Más allá a las críticas por el contenido de los manifiestos del film, mensajes airados en post al activismo político y la toma de las armas, toda una loa a Mao y su libro rojo, el ideario motor de la revolución cultural que produjo un acicate de ideas y reformas culturales en China, La Chinoise supuso una forma de hacer Cine y política, un acto de propaganda narrativa y estética de vanguardia pop sin precedentes en el cine. No fue el final de la carrera cinematográfica de Jean-Luc Godard, acaso un eslabón más en la experimentación fílmica de su aún, dilatada carrera.
La Chinoise fue el primer film de clara tendencia por la movilización y la activación de la juventud desde un lenguaje acorde a una forma cinematográfica, y de alguna manera, a una forma de comunicación contemporánea. No fue el primer film con detalles políticos de Godard, ya había estrenado Le Petit soldat (1963) y 2 ou 3 choses que sais d´elle (1967), dos toques de atención al sistema que avecinaban el manifiesto general de “La Chinoise”, un año después de la eclosión de otro film de enorme transcendencia: La batalla de Argel (1966) de Gillo Pontecorvo.
La Chinoise, interpretada por Anne Karina, Jean-Pierre Léaud y Julied Berto, entre otros, cuenta la vida de tres estudiantes que viven bajo la identificación ideológica de la revolución cultural de Mao.
El film narra el proceso de consciencia, bajo las formas de un nuevo cine directo y con un tratamiento estilístico vanguardista. Todo un manifiesto teñido de rojo y azul que tiene en la provocación y el llamamiento a la militancia y la acción en la calle, una innovadora forma de activación cultural. Godard militaba en el PCF, pero es en esa época y con la erupción del film y la separación con su compañera sentimental Anna Karina, uniéndose con la estudiante anarquista Anne Wiazemsky, cuando su cine toma un giro directo hacia la movilización artística y política que avecinaba la llegada del Mayo del 68.
Aquí comienza los proyectos político-artísiticos con el colectivo Dziga-Vertov, como homenaje al cineasta soviético Dziga Vertov. En el año 1973, otro manifiesto artístico político permitiría abrir un nuevo juego de ficción-vanguardia y propaganda con Tot va bé (1972). El cineasta francés afirmaría durante eta época que su lucha personal en el cine era... “una lucha contra el cine americano, contra el imperialismo económico y estético del cine americano”.