La semana próxima se estrenará en Francia una película egipcia de corte policiaco, ya lo dice su título, “Caire Confidential”, que nos retrotrae a otra de las últimas películas importantes del género, “L. A. Confidential”. La crítica francesa se rindió ante la película y la califica de excelente.
Su argumento, para un occidental, sería típico de la novela negra: en El Cairo del año 2011, el Inspector Nourredine investiga el asesinato de una cantante de cabaret en un hotel, y lo que va descubriendo muestra un egipto corrompido hasta los huesos, aparte de involucrar a un hijo del Presidente en el caso.
Mientras, estalla la Primavera egipcia y las calles de la ciudad se convertirán en un caos.
Pero no parecía tan suave para las autoridades egipcias. Lo cuenta el propio cineasta, Tarik Saleh, nacido en Suecia pero criado en varios países, en una entrevista a Le Nouvel Observateur. Todo daría para el rodaje de otra película que recreara dicho rodaje, vamos, como “Argo” de Ben Affleck.
Primero, nos cuenta un imprevisto que hubo: “Tres días antes del comienzo del rodaje, mi productor egipcio me telefoneó para decirme ‘Tenemos que marcharnos. ¡Ahora!’ Vuelvo al hotel y miembros de la Seguridad Nacional egipcia me esperaban, con el guión de la película en la mano. Resultado: rodaje prohibido. Hice el equipaje y nos fuimos a Casablanca a rodar todo”.
Remata el relato con que “Algunos exteriores los rodamos en Egipto gracias a un equipo secundario, que yo dirigí vía Facetime”. Es decir, vía satélite.
En dicha entrevista, Saleh recuerda el silencio oficial del Gobierno egipcio actual cuando “Caire Confidential” ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance, y cuando el diario “Al Ahram”, próximo al poder, descrito por Saleh como el “Pravda” egipcio, habló bien de la película.
Pero el padre del director le advirtió que no volviera a pisar El Cairo: “Eres un ingenuo, hijo. Sólo es propaganda. Si pones el pie en El Cairo, desaparecerás”. Y recuerda cómo hace poco un estudiante italiano que, para una tesis, investigaba sobre los Movimientos obreros egipcios, apareció asesinado en un foso y que había sido salvajemente torturado.
Bromea él cuando le preguntan si la película se montó en Egipto: “Sólo en la versión pirata”. Y recuerda que se inspira el argumento, ficticio, en una historia real, donde un famoso constructor asesinó a una cantante libanesa, liada con él. Fue juzgado y condenado a muerte, pero el juicio se anuló. Y recuerda que “No olvide usted esta tradición de la Charia –Ley islámica–: se puede pagar dinero para compensar el delito. Pues seguramente, él pronto saldrá de la cárcel”.
Todo esto nos recuerda otras películas incómodas con el poder y que fueron prohibidas o atacadas. En nuestro país, el caso más flagrante fue en 1979 con “El crimen de Cuenca” de Pilar Miró, que denunciaba el caso real de dos campesinos que fue salvajemente torturados por Guardias Civiles al creerle el asesino de un habitante del mismo pueblo, hasta que éste último apareció sano y salvo.
Tardó la película un año y medio en estrenarse, al ser acusada de “Injurias a la Guardia Civil”, entonces severamente castigadas por el Código Penal.
Hay muchas películas en el mundo hechas bajo amenazas, o cuyos autores e inclusos sus actores fueron atacados o perseguidos por haberlas hecho, como la iraní “Nadie sabe nada de gatos persas”, que quería retratar la juventud de Irán como es en realidad, y le costó el exilio a su director y varios de sus autores, por contar cómo un grupo de chicos quería tocar música rock, prohibida por las Leyes dictatoriales locales.