Una gran lección que debería formar parte de la educación de todas las personas de este planeta. Irenia nació con el apellido de Kryzanowska en 1910.

El inicio de una gran persona

Su padre era médico (muy amable), pero murió en el año 1917 debido a una enfermedad (tifus) que le habían contagiado sus pacientes. Estos no habían querido ser tratados por compañeros suyos de oficio pero él sí que los aceptó. La mayoría de ellos eran Judíos. Debido a la herencia de valores de su padre, Irenia siempre mantuvo una postura amable con el resto de personas sin importar su origen y religión.

Cuando murió su padre, la comunidad judía que había visto la ayuda proporcionada, se ofrecieron a pagarle la educación.

Irenia fue suspendida de la universidad por tres años debido a las injusticias de discriminación que tenían varias universidades.

El inicio del terror

Cuando los alemanes conquistaron Polonia en 1939, la joven estaba trabajando sin descanso para un departamento de bienestar en la capital. En aquel lugar no solo daban alimentos a los necesitados, sino que también les proporcionaban con ropa, medicamentos y también algo de dinero.

En uno de sus paseos por el gueto, llevaba la insignia de la estrella de David a modo de unión moral. Poco después habló con familias para ayudarles a sacar a los niños del gueto pero muchas de estas se negaban a poner a sus hijos en riesgo ya que no había una total garantía de que saliera bien.

Cuando Irenia las volvía a visitar para intentar convencerles, muchos de los niños ya no estaban porque habían sido llevados por los nazis.

La valiente creativa que salvó vidas

Aunque era duro ver lo ocurrido, siguió intentando su objetivo y estuvo un años y medio más hasta que evacuaron el gueto en 1942. En total, sacó a 2.500 niños utilizando el ingenio.

Al principio utilizaba un sistema básico como sacarlos en las ambulancias diciendo que eran víctimas de tifus. Sin embargo, al pasar el tiempo se le fueron ocurriendo otras maneras de sacar a los niños como meterlos en diferentes recipientes (ataúdes, bolsas de patatas etc.)

Un final inesperado

Los nazis terminaron por descubrirla.

A finales de 1943, Irenia fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak, donde la torturaron brutalmente.

Soportó todos los ataques y no desveló ni un solo nombre de los niños a los que había salvado ni tampoco a las personas que la habían ayudado por lo que la sentenciaron a muerte. Pero tuvo mucha suerte. Mientras esperaba a la muerte, un soldado alemán la agarró y la sacó fuera diciendo que debía hacerle un interrogatorio adicional, pero nada más salir, le gritó en polaco que corriese. Cuando fue a mirar la lista en la que debería estar ella, en efecto, figuraba su nombre. De esta manera, se creó una identidad falsa.

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, se movilizó para intentar encontrar familias que quisiesen acoger a estos niños. Algunos lo consiguieron pero otros tuvieron que ser dispersados por orfanatos ya que la mayoría de familias habían muerto en los campos de concentración. Otros tantos fueron enviados a Palestina.