El próximo domingo 23 de abril de 2017 los ciudadanos galos acudirán a las urnas para elegir al que será Presidente de la República francesa por un periodo de 5 años. Es posible incluso, que dos semanas más tarde, el domingo 7 de mayo, deban acudir nuevamente a una segunda vuelta a desempatar optando por uno de los dos candidatos más votados en la primera ronda, en caso de que ninguno de los contendientes obtenga en la primera cita electoral la mayoría absoluta (50.1%) de los votos válidos emitidos.
La República francesa tiene desde 1958 una forma de gobierno semipresidencial.
Éste es el tercer sistema de gobierno constitucional más utilizado a nivel mundial, común entre otros muchos países como: Portugal, Rusia, Turquía, Corea del Sur, Finlandia o Irlanda. La diferencia primordial entre este régimen y los parlamentarios o presidenciales, radica en que existen dos figuras: el Presidente de la República y el Primer Ministro o Presidente del Gobierno, que siendo de una misma tendencia política o partido, o siéndolo de una opuesta, han de convivir y están obligados a entenderse. Este fenómeno es conocido como cohabitación.
Dos reformas fundamentales han marcado la importancia de la evolución de este tipo de sistema en Francia. En primer lugar, aquella que estableció la elección directa del cargo representa la jefatura del Estado en 1962.
En segundo lugar, la reducción en la limitación de la duración del mandato de 7 a 5 años en el año 2000. Mientras que el Presidente de la República es electo de forma directa por los ciudadanos desde 1962, el Primer Ministro es elegido por la Asamblea Nacional.
Dada la singularidad de la situación actual, en que pareciese que los candidatos con tendencias ideológicas más opuestas y lejanas entre sí son aquellos con mayores opciones de alcanzar el poder, Francia está dando y dará una lección de democracia al mundo como hace cada cinco años, permitiendo a sus ciudadanos convertirse en arquitectos de su propio destino.
Independientemente de los resultados, todo apunta a que unos y otros habrán de entenderse. Demostrando, por qué no, que quizá sus posturas no sean tan distantes como se hace ver durante la carrera electoral. A un lado y a otro se han vertido acusaciones de demagogia y populismo. Pero cada cinco años es la democracia republicana la que triunfa. La verdadera lección es que desde hace más de cincuenta años son los franceses quienes deciden quien quieren que les lidere hacia su futuro. Democracia