El término "canibalismo" proviene de la época de Colón. Vio que los indígenas de los "caribes" comían carne humana, y de esa palabra derivó el término actual. En un sentido más técnico, comer carne humana se conoce como antropofagia, cultismo con orígenes griegos que según Manuel Moros Peña se divide en cuatro categorías: antropofagia de supervivencia, ritual, de guerra y patológico.

La práctica de canibalismo se remonta a la Edad de Piedra, que vio cómo el hombre primitivo se tenía que enfrentar a un número decreciente de posible alimento a causa de los cambios climáticos del último período glacial.

No podían producir excedente para su subsistencia, siendo posible que esto condujera al canibalismo, que además ayudaría a mantener una densidad de población constante. La situación cambió con la llegada de la agricultura, un gran avance que ayudó a que pudieran existir excedentes. Por tanto, los indicios de antropofagia encontrados en Atapuerca (Burgos) son más que plausibles.

La práctica de comer carne humana se vincula directamente con las tribus que poblaban el continente americano, como narran los religiosos o conquistadores que arribaron a aquellas tierras. Sin embargo, en el Viejo Mundo se encuentran referencias sobre canibalismo. El geógrafo griego Pausianas afirma que los galos al mando de Combutis y Orestorios mataron a toda la población masculina de Callieas, bebieron su sangre y comieron sus cuerpos.

Los tártaros también hicieron prácticas similares, pero siempre en un contexto de guerra.

En la Europa posrromana, el canibalismo era tenido por un delito tan grande que sólo las brujas, seres humanos transformados en lobos, vampiros y judíos eran capaces de llevarlo a cabo. Mención especial es el canibalismo atribuido a los judíos, que sirvió como uno de los pretextos para que fueran expulsados de España en 1492, como las Historias falsas del Niño de la Guardia de Toledo, el "Dominguito" del Val (Zaragoza), y "el niño de Sepúlveda", en el que se acusaba sin pruebas a los judíos de secuestrar, crucificar y comerse a los niños.

El motivo del canibalismo podía ser simplemente adquirir proteínas sin más u obedecer a un ritual mágico-religioso bajo la creencia de que si se comía a una persona, los degustadores conseguirían las facultades de la víctima. Las complejas teorías ofrecidas por la tradición freudiana sostienen que la tortura, el sacrificio y el canibalismo son entendibles como expresiones de instintos de amor y agresividad, en un intento por arrojar luz al tratamiento, en algunas ocasiones, con gran amabilidad a la víctima.

Como vemos, el continente europeo también ha tenido presente el concepto de antropofagia, que ha quedado reflejado en cuentos populares como Hansel y Gretel de los hermanos Grimm o La narración de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe.