La exposición se mueve a través de una gran instalación que representa el otoño a través de la lluvia, el sol , la luna... pero mediante elementos simples y geométricos. Las formas desde donde surgieron las vanguardias artísticas, la ruptura de lo figurativo por las simplificación, la abstracción o lo naif. Antonio Ballester Moreno, un artista como tantos otros que tuvo que emigrar a otras tierras para comenzar a abrirse paso.
Berlín fue el lugar del reconocimiento, volvió a Madrid y volvió a encontrar dificultades... En una entrevista realizada para el País, allá por el 2009 señalaba los escollos para trabajar en la capital y desarrollar tu potencial en la ciudad que te ha visto crecer “Te cansas de ir contracorriente, de entrevistarte con políticos sin que sirva de nada... es imposible crear una corriente cultural continua en esta ciudad, todo es demasiado puntual y efímero, no se trabaja para generar un caldo de cultivo; en Berlín, a la gente que le alquila locales vacíos a artistas les desgrava Hacienda".
Era un ejemplo de las dificultades de ser profeta en tu propia tierra, esencialmente de una forma de desarrollo en la ciudad para las carreras creativas.
Eso sí, aquello fue en plena crisis, hoy, esa depresión ha generado nuevos caminos donde poder exponer, quizás otra forma de pensar. La Casa Encendida es un espacio habitual para poder consolidar ese germen activista y construir una cultura de exposiciones primarias de los jóvenes o no tan jóvenes talentos. Mantener una red viva.
Las obras de Antonio Ballester Moreno remiten a un espacio de colores primarios, son formas simples, infantiles con materiales humildes como el yute sin tratar, o el barro. Generan un belleza naif, un juego de líneas primitivas que recuerdan a las primeras vanguardias de Paul Klee, Miró, Josef Albers, o Léger.
La posición del autor respecto al trabajo manual, el que se puede tocar, es ideológica, en una forma de estar en el mundo, una clara actitud ante la vida, frente a las expresiones virtuales de la contemporaneidad.
El título ¡Vivan los campos libres de España! es una famosa frase del escultor Alberto Sánchez, uno de los exiliados republicanos que tuvo que marchar a Rusia y que acompañó al Guernica de Pablo Picasso en la exposición universal de Paris en 1937. El museo Reina Sofía es presidido por la obra que Alberto Sánchez realizó para aquella exposición. El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, siempre nos acompaña en la plaza Drume. Esta frase surgió de las conversaciones entre Antonio Sanches y Benjamin Palencia en las excursiones que realizaron por Madrid a finales de los años veinte y principios de los treinta. La contraposición entre la modernidad y lo rural, el concepto que surgía de aquella frase es la que ha servido para dotar de un título a la obra de Antonio Ballester Moreno, mostrando los efectos gráficos que producen los patrones naturales, los ciclos y las estaciones en nuestra psicología.
Es ese juego el que se deja respirar por las salas de la Casa Encendida, un espacio de color que nos acompaña, relajando al espectador en un viaje a la infancia, o más bien un reconocerse en un espacio conocido. Una visión reducida de nuestro propio entorno, llevada a líneas esenciales que viven en nosotros mimos. Contemplamos una figura, incluso un horizonte mediterráneo sintetizado bajo la más mínima expresión.
La muestra ha servido para que la Casa Encendida edite una publicación que recoge una veintena de collages junto a textos del escultor, académico y escritor Juan Bordes; del comisario e investigador Ulrich Schötker, del profesor e historiador Rafael Sánchez-Mateos, y de la propia comisaria de la exposición Tania Pardo.