¿Cómo descubres que quieres ser un jardinero el resto de tu vida? Fernando Caruncho se respondió esta pregunta en sus años universitarios en Madrid, entendiendo que esa era su forma de conectar con la tierra y consigo mismo. De este modo, comenzó una pasión duradera con los jardines, aprendiendo el verdadero mensaje y objetivo que ellos contienen, hasta convertirse en uno de los mejores paisajistas del mundo.
Espacios de armonía y conocimiento
Este paisajista y filósofo español se percató del encantamiento que estos espacios generan, haciendo que nuestra mirada cambie dentro de ese lugar, transformando la manera que tenemos de ver el mundo.
Por lo visto, mas allá de una simple decoración u ornamenta arquitectónica, el jardín representan un lugar donde se alcanza un equilibrio entre el ser humano y la Naturaleza.
Cada escenario que ha creado en distintos países, refleja esa armonía. Utiliza la luz y la geometría como sus principales herramientas, y su inspiración proviene de la poseía, el arte y la historia, logrando composiciones en sus paisajes que asimilan una pintura. Además, el bienestar y la nostalgia que despiertan sus diseños se debe a que los jardines tienen el objetivo de recuperar nuestra inocencia.
Siempre ha existido esa relación con las plantas, la cual ha derivado en una obsesión y admiración por entenderlas. Según Fernando, “la creación de jardines se percibe como la manera que tiene el ser humano de controlar la naturaleza, aunque sea de forma limitada”.
Un templo sagrado donde la percepción del tiempo es alterada y nuestras emociones se amplifican.
El jardín interior
Algún buen recuerdo tendremos en uno de estos oasis. En mi caso, veo a mi padre usando una camiseta ancha y usada, pantalones cortos, descalzo, sosteniendo con una mano la manguera y con el dedo gordo de la otra mano cubriendo parcialmente la boquilla de donde brotaba el agua, para lograr un efecto de estela cristalina que se ampliaba en el aire y caía sobre las plantas de su pequeño y adorado bosque, haciéndolas rebotar al contacto de cada gota, por su baño matutino del domingo.
Mientras realizaba este acto con total naturalidad, movía los labios conversando consigo mismo. Esta escena que se repetía religiosamente el último día del fin de semana, se me presentaba extraña, ajena a revelar el significado que ocultaba, el cual fui comprendiendo con el paso del tiempo. Tal acto contenía una belleza que no supe apreciar por varios años, y además, el acto en sí de mojar y cuidar sus plantas, generaba un estado catatónico en él que lo relajaba y ayudaba a disipar cualquier turbulencia por la que estuviese pasando.
“El jardín es el espacio que sirve para reencontrarse con uno mismo. Ese es el fundamento que justifica su existencia”, explica Fernando. Entonces, el ritual y la reacción de mi padre no eran coincidencia. Pareciera que los jardines tiene la capacidad de transformar a las personas. Ahí sentimos un efecto de equilibrio y libertad, aunque sea por un momento.
Buscando paraísos
Fue así que Fernando Caruncho se dio cuenta, mientras oía una charla universitaria, que la jardinería era la mejor manera de rendirle tributo a sus verdaderas raíces, a la madre naturaleza. Esta revelación inesperada, esta cascada de conocimientos que existían escondidos, me iluminaron al escucharlo, aunque parezca exagerado, y me motivaron a comprar una variada selección de pequeñas plantas, para construir mi propio templo verde en el balcón, recordando el paraíso que alguna vez tuve de niño.