“Soy consciente de que la gente busca la calidad, trato de dar el máximo, y eso, evidentemente, te hace ser obsesivo", dijo alguna vez el pintor chileno claudio bravo. Esa característica se puede apreciar en su obra, y no cabe duda que la obsesión era en él, un sentimiento latente. Su talento por el hiperrealismo ha podido ser disfrutado en docenas de exposiciones por todo el mundo.
Su vida por el mundo (1936 - 2011)
Claudio fue autodidacta, ya que tuvo un solo mentor en su vida, lo cual funcionó perfectamente porque lo llevó a tener su primera exposición a los 17 años.
Su temprano reconocimiento le permitió viajar, descubriendo primero Chile para luego ir a Europa. Se instaló unos años en París, Barcelona y luego en Madrid, donde realizó cientos de retratos y desarrolló su creatividad, pintando bodegones, desnudez y temas religiosos. Más adelante, su serie de papeles y bolsas arrugadas, alcanzó gran popularidad en Nueva York.
Este renombrado pintor consolidó una prolífica y larga trayectoria con más de 500 obras. Su nombre tal vez ya no suena con el mismo eco, dado que en los años noventa tomó la decisión de mudarse a Marruecos para aislarse de la bulla mediática. Ahí construyó una residencia donde se dedicó a pintar de manera obsesiva y sin preocupaciones, hasta su último respiro en Tarudant.
Posiblemente, un final que va de acuerdo con un artista de este nivel, rodeado por un halo de misterio en un país alejado en el medio oriente.
La belleza de los objetos cotidianos
Su excelente manejo de luz y sombra, le ha permitido transmitir un profundo realismo. Además, trabaja en varias técnicas: óleos sobre lienzo, pastel sobre papel, lápiz sobre papel, y litografías, las cuales revelan una indudable versatilidad.
Entre sus obras, exhibe texturas de papeles, telas y aluminio, donde los mismos materiales y sus arrugas toman protagonismo. Deja que el color sea intervenido por el objeto, enfocando toda la importancia en el material del elemento que retrata.
Claudio te hace ver objetos que nunca considerarías como Arte. Cascos. Piedras. Pelotas de fútbol.
Objetos irrelevantes y ordinarios, que transmiten una inusual belleza. Tal vez si se vieran en la vida real, no causarían la misma impresión. Te obliga a darte cuenta de sus detalles. Ese fanatismo por las arrugas, refleja su lado obsesivo. Un papel es un papel, y punto. No hay más vueltas que darle y no una historia detrás. El arte no está en el objeto, sino en sus componentes.
Vale la pena conocer las obras de un pintor con un gran talento y un mensaje claro, que se aleja de los discursos complejos y agobiantes que a veces toman los artistas de hoy. El hiperrealismo que logra Claudio Bravo, hinca y revela una obsesión por los detalles que posiblemente todos deberíamos poseer.