La otra hija del Zar

El crimen perpetuado contra la Familia imperial Romanov en julio 1918, estuvo rodeada del misterio por mucho tiempo. Luego de ser fusilados, los cuerpos fueron quemados y luego sepultados en una fosa en el medio de un bosque. Durante mucho tiempo se especuló que algún miembro de la familia pudo salvarse, debido a esto varias personas alegaron ser sobrevivientes de esta masacre. La más famosa de estos pretendientes se llamó Anna Anderson, un misterioso personaje que, desde los años 20 y hasta su muerte en 1984, alegó ser Anastasia Nikolajevna, hija menor de Nicolas II Romanov.

Su historia inspiró obras literarias, obras teatrales y películas. La más famosa, Anastasia, rodada en 1956, procuró el Óscar como mejor protagonista a Ingrid Bergman.

Solamente en los años 90 con un análisis de ADN se pudo terminar con las especulaciones, afirmando que Anderson no descendía absolutamente de los Romanov y que probablemente era una doméstica polaca de nombre Franziska Schanzkowska.

Menos notoriedad alcanzó Marga Bootds, una mujer que declaró ser la hija mayor del zar, Olga, nacida en Tsarskoye Selo en 1895, según Marga cuando la familia fue llevada al subterráneo para ser fusilados, un oficial cosaco llamado Dimitri (secretamente enamorado de ella) la golpeó con la cacha de su revólver y, simulando que estaba muerta, se llevó el cuerpo sustituyéndolo con el de una camarera.

El oficial la llevó a Vladivostok donde la joven, en un viaje venturoso, atravesó China y luego por vía marítima alcanzó Alemania, donde vivió algunos años. Según ella el Kaiser Guillermo II le proporcionó medios económicos a cambio de la renuncia para hacer valer sus derechos imperiales.

Finalmente al cabo de otras vicisitudes Marga llegó a una villa en el lago de Como en Italia, cultivando pocas amistades y recibiendo muy pocas visitas.

Marga firmó un contrato en 1955 con la casa editora Mondadori para publicar un libro de sus memorias titulado: “Yo vivo”. Pero este libro nunca fue publicado en Italia, apenas en 2011 el editor Martínez Roca lo publicó en España y la publicación alcanzó un gran éxito.

En 1957, el príncipe Sigismund de Prussia, primo de Olga Romanov, reconocío en Marga la prima desaparecida.

Hay que aclarar que no la veía desde hacía más de cuarenta años. También se dice que Marga Bootds tuvo sustento económico de parte del Vaticano, una monja, Pascalina Lenhert, al servicio del Papa Pío XII, afirmó haber asistido a varias reuniones privadas entre Bootds y el Pontífice y que el último creía la verdad de sus historias.

Solamente cuando Anna Anderson reclamó en 1960 en un tribunal de Hamburgo sus supuestos derechos, que Marga abandonó sus reservas y en una entrevista a United Press International, proclamó haber visto su hermana Anastasia fusilada en Ekaterinburg y que estaba considerando elevar una demanda legal contra Anderson. Por su parte Anna dijo que Marga hubiese podido ser su hermana mayor.

Las dos mujeres finalmente nunca se encontraron. En 1976 Marga Boodts murió en una casa de reposo donde residía y fue sepultada gracias al príncipe Sigismund.

Las pocas personas que creyeron estas historias fueron desmentidas en 1991, al encontrarse los restos de la familia Romanov, establecieron con seguridad casi absoluta la identidad gracias al análisis de ADN de la desventurada familia imperial.