Nos encontramos en el ya lejano 1975. Todo está preparado en el plató de Televisión Española para dar a conocer al mundo un fenómeno extraordinario e inexplicable. De ello se encarga un jovencísimo José María Iñigo, que conduce el espacio “Directísimo”, un Reality muy popular por aquel entonces y que sin duda los lectores más “veteranos” recordarán. Y comienza la emisión.

Tras las obligadas presentaciones el propio Iñigo, con gesto grave, nos pone en antecedentes. El sujeto en cuestión se llama Richard Chanfray, y aparenta tener unos 30 años. De él se sabe muy poco, y es un Misterio.

Probablemente nació en Lyon, Francia, y se dice que había actuado con anterioridad en algunos teatros parisinos y sorprendiendo al incrédulo público transmutando los metales en oro delante de sus propias narices… y el joven periodista le lanza el guante delante de las cámaras.

Pero José María Iñigo no estaba saltando sin red, exponiéndose a que el contenido de su programa –que contemplaban millones de espectadores– quedase, al final, en humo. Con anterioridad había hecho un viaje al domicilio de Chanfray, y sabía que aquel tipo era una bomba. Y en el viaje, además de la transmutación, José María fue testigo de otro hecho insólito relacionado con el Elixir de la Vida. Ante sus aterrados ojos, un perro muerto, “porque estaba muerto”, recalca el periodista, dio unos estertores, se puso en pie, anduvo unos pasos y volvió a caer.

¡Y aquello era un cadáver a todas luces! Pero regresemos al plató de televisión.

Chanfray se niega en redondo a tocar nada de la improvisada mesa de laboratorio, y empieza a dar las indicaciones a Iñigo para que él mismo manipule los elementos y lleve a cabo la imposible transmutación. El periodista, visiblemente nervioso y con la mirada atenta a las instrucciones de “Saint Germain” empieza a obedecer a éste… et voilà!

Ante la mirada de millones de espectadores, y de los especialistas presentes en el estudio de televisión, el plomo se convierte en oro. Nadie da crédito, pero los joyeros profesionales, químicos e ilusionistas que observan cada movimiento a muy poca deistancia de José María dan fe: ¡es oro! No hay duda, aquello es oro, y del puro, y antes era plomo.

A día de hoy Iñigo mantiene su versión de los hechos; insólita, increíble, estremecedora, pero la mantiene, y así lo ha atestiguado –aún emocionadamente– en alguna intervención radiofónica: “Los químicos decían entre unos y otros “esto es imposible”, pero así sucedió. Es más, dos joyeros dijeron lo mismo, y se marcharon cabreados sin poder creerlo”, manifestó el periodista durante una entrevista en un medio.

De Chanfray, las últimas noticias que se tienen, es que se suicidó en su domicilio, al parecer con un arma de su propiedad, temiendo llegar a ser secuestrado por culpa de sus habilidades; pero todo se vuelve brumoso de repente los datos acerca de tan secreto personaje se tornan tan misteriosos como los del propio Saint Germain.

Y la gran pregunta continúa siendo la misma: ¿seremos testigos nosotros, nuestros hijos o quizá nuestros nietos de una nueva aparición del misterioso conde Saint Germain? Sólo los siglos tienen la respuesta… y él mismo, de seguir vivo.

Parte 3 de 3