La revista digital Live Science se hace eco de que un grupo de arqueólogos ha localizado hasta un centenar de "lugares de culto" de unos 8000 años de antigüedad en los montes Eilat, una cadena montañosa situada en el sur de Israel, en la parte meridional del árido desierto de Negev. Todavía no está muy claro qué tipo de ritos se llevaron a cabo en esos lugares, pero posiblemente puede haber cierta relación entre la sequedad del terreno y la fecundidad de la tierra.
Hasta ahora los arqueólogos han hallado restos óseos de animales y se plantea la hipótesis de posibles sacrificios rituales. No obstante, lo más curioso es que han aparecido multitud de piedras talladas con formas que recuerdan a penes en estado de erección y a vulvas. El abanico de posibilidades se abre ya que, según los especialistas, se pueden tratar de símbolos de la fertilidad.
Las vulvas están representadas toscamente, como se puede apreciar en la imagen, en bloques de piedra amorfos, en los que se ha practicado una apertura con la forma del órgano genital femenino. Los penes, por su parte, están esculpidos en piedras alargadas en las que se puede apreciar perfectamente todas las partes del aparato reproductor masculino.
Los restos pétreos pueden tener hasta 46 centímetros de altura.
Llama la atención que, en uno de estos posibles lugares de culto, se ha encontrado enterrada una de las tallas dentro de una zona circular, como si se tratase de un acto simbólico relacionado con la muerte. Pero, lo cierto, es que todavía no se sabe mucho más de su significado.
Muchas de las esculturas pétreas que se han hallado en estos cien nuevos lugares aún permanecen de pie, como si de menhires se tratara. Tal es el caso de las tres con forma de vulva que se aprecian en la fotografía, que están ubicadas en las cercanías de una de las instalaciones con forma oval y aún permanecen erguidas. En este caso, algunas pueden llegar hasta los 80 centímetros de longitud.
Estos lugares de culto, en los que aparecen tallas de órganos sexuales humanos, tienen una larga tradición en la historia. El falo, según los estudios etnográficos, siempre se ha adorado como presencia todopoderosa de una divinidad y como signo del mágico poder de la fecundidad ya que, de hecho, es el símbolo de la misma en las antiguas sociedades agraria sobre todo. En muchas ocasiones se usa como amuleto o como trofeo mágico. Esta vetusta tradición, a parte de los pueblos primitivos, se ha mantenido hasta la Antigüedad, en la que se muestran en los cultos fálicos ofrecidos a dioses como Dionisio, Deméter u Osiris.
Por otro lado, el culto a los órganos reproductores femeninos pudo derivar en la adoración de las diosas madres, como Deméter, Isis, Cibeles o Ma, que aparecen siempre relacionadas con los actos cultuales de la fecundidad. El culto a lo femenino, como en este caso, tiene una profunda raigambre en los antiguos pueblos del Próximo Oriente que, con el tiempo, influyeron en las creencias grecorromanas y germánicas.