Desde el momento en que nacemos, ya empezamos a morir. La muerte forma parte de la experiencia de la vida, no es un final absoluto sino un cambio inevitable, en el cual nos enfrentamos cara a cara con nosotros mismos. Tenemos que aceptar esto serenamente y cambiar nuestra actitud ante el hecho de morir.

Los budistas afirman que la vida y la muerte son una misma cosa, que lo único que realmente muere son nuestros conceptos, nuestras propiedades, nuestro nombre, nuestro cuerpo, pero realmente somos mucho más que todo eso.

Mientras vivimos nuestra existencia aquí, desesperadamente tratamos de no quedarnos solos y en silencio, pues internamente nos atemoriza enfrentarnos con ese ser misterioso y desconocido que realmente somos.

Estamos viviendo una fantasía que parece tremendamente real hasta que llega la muerte y nos despierta de esa ensoñación, abandonando todo con lo que nos identificábamos.

Tenemos tanto miedo a la muerte que tratamos por todos los medios de no pensar en ella. Nos aturdimos persiguiendo banalidades, buscando un placer tras otro, una satisfacción momentánea tras otra. Nos aferramos al concepto de permanencia y seguridad, como si eso fuese posible. Y así transcurre nuestra existencia penosamente superficial y sin sentido.

Deseamos que todo siga como está, creemos inocentemente que las cosas seguirán igual, pero eso por supuesto es sólo una ilusión, no hay nada permanente ni constante.

Proverbio tibetano: "Mañana o la próxima vida, nunca se sabe qué llegará primero." Esta vida constituye una oportunidad para evolucionar.

Cuando estés satisfecho y tranquilo, vuelve tu atención hacia dentro de ti mismo, y reflexiona sobre la muerte. En el interior de todos nosotros hay algo indestructible, que nada ni nadie puede altera. Una presencia inmortal e infinita.

A veces somos innecesariamente complicados. Debemos encontrar un equilibrio, el camino del medio, no afanarnos con preocupaciones, agobios o actividades sin sentido, sino aprender a simplificar nuestra vida.

Lo más importante es nuestra paz mental. Dediquemos más tiempo a conocer la verdad espiritual que nos ayudará a confrontar mejor la muerte y así podremos estar preparados para morir con una sonrisa en los labios.