Se han hecho estudios y las estadísticas descubrieron quelos domingos entrando a la noche hay más suicidios que en ninguna otra hora, y esto podría tener esta explicación, a saber… el fin de semana para muchos significa la expectativa y la esperanza de que algo se produzca. Deseamos, con toda nuestra intensión de que alguien venga a salvarnos, de que alguien venga a romper el aburrimiento, que conozcamos esa persona maravillosa y que suceda alguna cosa que produzca un cambio en nuestra vida.

Claro que la única forma de romper el aburrimiento es con un cambio o una modificación que nos entusiasme, que nos renueve, que nos haga sentir feliz y esperanzados, en el fondo sabemos que lo estamos necesitando urgentemente, y esperamos que venga de afuera ese cambio cosa que está mal, pero aún así seguimos pensando de esta forma.El aburrimiento consiste justamente en que no hay próximamente, ninguna modificación, y así seguimos pasando día tras día.

El domingo a la tarde es la misma sensación que cuando vamos a un baile, y más o menos al final de la fiesta te das cuenta que te has pasado la noche y no has visto aquella persona que habías idealizado desde que comenzaste a prepararte en casa, otra vez no ha ocurrido nada extraordinario, no ha aparecido, ni has conocido aquella persona maravillosa y tienes el sabor de la soledad, del abandono, de haber hecho las cosas en vano. Volviendo a casa sabiendo que desperdiciaste una noche más.

Este sentimiento tan negativo, esta apatía de domingo a la tarde, esta tristeza que nos hace doler el cuerpo, nos viene desde muchos años atrás. Si hacemos memoria, desde que íbamos a la escuela, desde que comenzamos con que los lunes debemos poner todo nuestro intelecto a funcionar, que tenemos responsabilidades que cumplir, desde ahí hasta ahora… no hubo un solo domingo que nos sintiéramos sin esta melancolía dominguera.

La causa primordial de este síntoma es que de la mayoría de las personas odian sus trabajos, salvo aquellos que han llegado a amar su trabajo, cosa que solo han conseguido uno de cada mil personas. Que les paguen un dinero por algo que gustosos harían gratis.

Yo estoy dentro de esos privilegiados, por lo tanto el domingo a la tarde estoy deseando que llegue el momento de trabajar, pero no tengo derecho a convertir mi privilegio en una preceptiva general. Solo deseo que todos ustedes puedan amar sus trabajos.