Aimee Australia Stephens, que antes se llamaba Anthony, tiene 58 años. Ex pastor de la Iglesia Bautista y nacido en Carolina del Norte, se había casado ya una vez y había tenido una hija con su primera esposa, que falleció prematuramente. Después de este triste suceso encontró a Donna. Los dos se conocían desde que eran pequeños, pero tuvieron vidas separadas. Se casaron con otras personas y después de 20 años volvieron a encontrarse. Así decidieron juntar sus vidas y Stephens eligió mudarse a Michigan con su segunda esposa, empezando a trabajar en una funeraria.
Pero mientras ella se ausentaba, él se vestía de mujer, llevando a cabo una necesidad que sentía en su interior desde los cinco años.
En 2008, fue obligado a revelar la verdad a Donna y después de haberlo hablado, la esposa de Stephens quiso solucionar el problema de manera muy abierta: se informó, fue a un grupo de apoyo y lo aceptó junto a la hija del primer matrimonio de Stephens. Así empezó una doble vida: en el trabajo hacía el papel de Anthony, y en casa era Aimee. Así pasó diez años. Su familia aceptó su identidad de género, pero Aimee no estaba contenta con su vida. De hecho, se sentía atrapada e intentó suicidarse. Luego escribió una carta a su jefe para revelarle que era transexual.
Pero las cosas no salieron como esperaba.
Aimee Stephens llevaba seis años trabajando en una funeraria de Detroit cuando le contó a su jefe cuál era su identidad. Perdió el empleo, y ahora el despido de esta mujer trans puede hacer historia en el Tribunal Supremo de EEUU https://t.co/Ni8Yksi21p En @eldiarioInt pic.twitter.com/Aa8MJyuAhk
— eldiario.es (@eldiarioes) October 7, 2019
La revelación en el trabajo
Aimee pidió poder ir al trabajo vestida de mujer y ser tratada en femenino.
Sin embargo, el dueño de la funeraria Harris Funeral Homes, Thomas Rost, rechazó la petición y procedió con el despido. Como motivo afirmó que seis años atrás él había contratado a una persona distinta, y que su nueva manera de vestirse habría resultado inapropiada con los clientes. Además, para Rost, lo que Stephens pedía era un rechazo a los mandamientos de Dios.
Fue la esposa de Aimee la que le propuso denunciar el maltrato que había vivido en su lugar de trabajo. En principio, el juez que se ocupó de este caso defendió las razones del dueño de la funeraria. Luego, un tribunal de Cincinnatti dio la razón a la denunciante. Pero Rost recurrió y ahora el caso llega al Tribunal Supremo de Estados Unidos.
El papel del Tribunal Supremo
La Corte de Justicia se enfrenta a la causa este martes junto a los casos de otras dos personas despedidas después de haber revelado su orientación homosexual. Se trata de Donald Zarda, ya fallecido e instructor de paracaidismo, y de Gerald Bostock, trabajador social echado de su puesto tras haberse apuntado a la liga de fútbol LGTB.
El Tribunal Supremo de EEUU ha marcado muchos precedentes jurídicos que han puesto fin a la discriminación de diversos colectivos. Especialmente conocido fue el juez Anthony Kennedy por redactar sentencias que han ayudado enormemente a la comunidad LGTB a alcanzar nuevos derechos. Pero su sustituto actual, el juez Brett Kavanaugh, es un conservador convencido y eso no juega a favor de los denunciantes.
De hecho, en un país donde no hay leyes específicas contra la homofobia o la transfobia en el lugar de trabajo, excepción hecha del Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964, que prohíbe la discriminación de los trabajadores por motivo de raza, sexo o religión, una decisión positiva de la Corte Suprema puede dar un empuje muy importante hacia un cambio radical en la sociedad estadounidense.
Las declaraciones de los abogados
Los abogados de Stephens, que pertenecen a la Gran Asociación de Libertades Civiles (ACLU), afirman que en su caso hay dos errores por parte de Rost. El primero, despedir a su clienta por discriminación. Y el segundo, hacerlo porque ésta "no cumplía con la idea que el propietario de la funeraria tenía sobre cómo debe ser un hombre o una mujer". Sobre esta segunda cuestión, el Supremo ya se pronunció en 1989 a favor de un empleado despedido con una motivación parecida.
Por el contrario, la abogada Kate Anderson, que defenderá a la funeraria, afirma que el problema es "que se considere que la palabra ‘sexo’ equivale a ‘identidad de género’ en el Título VII". Si así fuera y la ACLU gana este proceso, advierte de que "se podrían producir situaciones injustas para las mujeres norteamericanas en el trabajo, en el deporte y en los albergues destinados a víctimas de abusos".
Aimee Stephens’s case is a big deal — the first Supreme Court case involving the civil rights of transgender people.
So we found some friends who want you to know about Aimee. pic.twitter.com/re9UQo2Ylv
— ACLU (@ACLU) September 23, 2019
La Administración Trump se ha puesto del lado del empresario, afirmando que el Título VII no cubre la orientación sexual ni el cambio de sexo. Mientras, la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC) se declara a favor de la denunciante. Ahora, habrá que esperar una sentencia que marcará el futuro laboral de las personas transgénero en Estados Unidos.