El Gabinete de Seguridad israelí se reunió ayer durante más de cinco horas para estudiar una tregua de larga duración en la franja de Gaza, en poder de Hamás. El objetivo de esta decisión es aliviar el bloqueo de las mercancías que Israel impuso hace once años, cuando Hamas contraatacó y ganó el liderazgo en Gaza que hasta entonces controlaba Fatah. Varios medios árabes y hebreos ya habían reiterado últimamente que este supuesto trato había experimentado un progreso significativo en los últimos días, y parece que este fin de semana ya se contaba con el apoyo de Hamás.
Sin embargo, fuentes israelíes repitieron ayer que lo que está en juego ahora mismo sólo es un acuerdo inicial que se completaría más adelante con otros pactos, y que incluso se podrían acordar medidas de carácter humanitario. Estas que no se han visto en la última década y que tendrían una repercusión significativa en la vida cotidiana de los dos millones de habitantes bloqueados en la franja.
Un alto al fuego de Hamás
El pacto que ahora avala el Gobierno israelí comenzaría con un alto al fuego que obligaría Hamás a suspender todo tipo de actividades belicosas, incluyendo el lanzamiento de estrellas y globos incendiarios.
Estos tipos de ataques se han repetido en los últimos meses, cuando la tensión en la zona ha aumentado y los enfrentamientos se repiten cada viernes. Después de este supuesto alto el fuego, Israel estudiaría un intercambio de prisioneros entre ambos bandos. Y, precisamente, sería después de este punto cuando Tel Aviv estaría preparada para estudiar el desarrollo de algunos proyectos humanitarios en la franja financiados por la comunidad internacional.
Este escenario sorprende y, hoy por hoy, no está claro por qué llega. Una de las hipótesis que han cogido fuerza en las últimas horas es que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quiere ocultar el escándalo que ha causado la nueva ley sobre la nacionalidad, que consagra el país como un estado-nación judío y, por tanto, discrimina las minorías.
De hecho, se cree que Netanyahu podría olvidar este supuesto pacto y perder el interés una vez la situación interna se estabilizara. Sin embargo, aunque Israel ganaría, y mucho, también saldría perdiendo su política de confrontación permanente con los palestinos, especialmente con los de la franja de Gaza. Una tregua de cinco años a cambio de algunas contrapartidas a Hamás conlleva concesiones a la organización islamista que son difíciles de aceptar por Netanyahu.
Por su parte, desde la Muqata, la sede de la Autoridad Palestina de Ramala donde vive el presidente Mahmud Abbas, se criticó enérgicamente la negociación alegando que representa un paso atrás. Concretamente, el bando palestino denuncia que se trata de un pacto "exclusivamente humanitario", que olvida y está desprovisto de cuestiones políticas.
Por lo tanto, insisten desde Ramala, Hamás ha decidido doblegarse ante el Estado judío.
Críticas a la ley estado-nación
Paralelamente y pese a las críticas tanto desde la oposición como desde las mismas líneas del Likud, Benjamin Netanyahu continúa defendiendo la ley estado-nación. Sin embargo, el día sábado, decenas de miles de personas se manifestaron en la plaza Rabin de Tel Aviv para protestar contra la medida, que busca afianzar la religión y el nacionalismo judíos. La manifestación fue convocada por la minoría drusa, pero buena parte de los congregados eran judíos de izquierdas que cuestionaban la iniciativa, ya que "vulnera la igualdad entre judíos y no judíos", y la consideran "racista" y "sectaria". Los Estados Unidos y la Unión Europea también lo han criticado.