En los escenarios actuales de Venezuela, es importante no dejar de hacer eco de las situaciones hostiles que se viven casi a diario en todas las ciudades del país: muertes, represión, tristeza, y lágrimas. El territorio venezolano, en todos sus vértices está salpicado de sangre e inconformidad, situación que no deja de lado a las Universidades del país tanto a las que son autónomas, como a las que no.
Edificios vacíos en las universidades venezolanas
Quienes se adentran en los pisos universitarios tienen la oportunidad de comprobar las historias contadas por muchos: salones vacíos, canchas sin jugadores, espacios que sólo cuentan tristezas cual temporada vacacional o, peor aún, cual películas de terror a mediodía.
En vista de esta situación se elevan los altos índices de inseguridad, tanto para los pocos estudiantes que asisten a las clases como para los profesores comprometidos que, más allá de los terrenos hostiles, se empapan del amor a su profesión y exponen sus conocimientos con un fondo musical tétrico y desolador: disparos, bombas, gas, gritos y desesperación, que resultan de la represión desmedida por la fuerza de un país que olvidó que somos uno, sin importar tintes o colores, que no debemos morir solo por pensar distinto. Los que han estado en las puertas de estas casas de estudios notan que, después de los años de gloria y felicidad, el aire que se respira no es ya el mismo, hay más caras tristes que sonrientes y menos profesores y alumnos que en temporada vacacional.
Es, en conclusión, detenerse a mirar al vacío.
¿Cuán peligroso todo lo que nos suscita en este momento? Habría que medir la magnitud del problema que representa la falta de educación en un país cuyo ideal es la igualdad y el bienestar social. Estudiantes heridos, tanto física como emocionalmente, ven las paredes de su casa de estudios manchadas de terror y decadencia, mientras despiden amigos y se nutren de un mal sabor social.
Venezuela se ha visto afectada por fenómenos sociales importantes en los últimos meses, dando como resultado un caos colectivo, el resultado de los malos manejos y la indiferencia por parte de un gobierno que se divorció de la verdad y de las necesidades de una población inconforme.
Dos tipos de población universitaria venezolana
La población universitaria se dividió en dos partes no tan iguales: por un lado, la lejanía y la indiferencia arropó a una gran cantidad de alumnos que hoy están totalmente ajenos a la soledad que se vive en su casa de estudios y, por otro, aparece aguerrida una cantidad alta de alumnos que se enfrentan a uniformes de color verde oscuro, más allá del miedo y la frustración, en busca de un país que no todos conocieron, pero con el que sueñan y se aferran, del que esperan más oportunidades que ganas de marcharse.
Un país abrazado por la inconformidad se desmorona en nuestras propias manos y pide rescate, un país buscan esos estudiantes aislados por temor o por indolencia (es válido aceptar razones), un país sin represión, sin miseria, sin lágrimas, sin muertes, sin oficiales armados disparando hacia las puertas de nuestra universidad, lacerando almas y destruyendo más que las edificaciones, los corazones de los que buscan ver a un nuevo país nacer.
Más profundo de lo que cala un perdigón, calan las lágrimas, el dolor, la miseria y los "adiós para siempre". Las universidades nos han dado más que conocimientos: nos dieron amigos, amores, nos dieron oportunidades. ¿Es momento de dejarlas solas?