Complicada hasta el extremo resulta la aventura de ser celiaco al norte de Portugal, no solo porque el desconocimiento de la intolerancia al gluten parece un mantra, sino porque el peligro de contaminación cruzada flota en el ambiente para todos aquellos acostumbrados a no poder disfrutar tranquilamente de la gastronomía lugareña sin miedo a lo que vendrá después. Pero este regalo no está lejos tras entrar en Braga, pues el Bem-Me-Quer abre sus puertas en Campo das Hortas, la plaza en la que parecen acabar todos los caminos como si este preciado rincón familiar ocupara el lugar de Roma en el popular dicho.

Conducido de manera magistral por padre, madre y hermanos (tres, ni más ni menos), el mayor de ellos cuenta cómo lo heredaron de sus abuelos y cómo llevan dando de comer a la ciudad desde hace décadas. Si bien la suerte es disfrutar de su español perfecto, de un trato exquisito y de un saber hacer único (cuidan tanto a sus clientes "de toda la vida" como a los 'forasteros'), no hay ningún tipo de objeción posible a las opciones sin gluten que contemplan. Absolutamente toda la carta, a excepción de los rebozados, se considera apta para celiacos, lo que resulta un verdadero placer para los sentidos, pues desde los entrantes hasta el postre, cada plato que sale de la cocina es una obra de arte.

Queso suave, aderezado con pimienta o con orégano, es una de las sorpresas que tienen preparadas para los diez o quince minutos que esperas el plato principal, un lujo casi comparable a ese Bacalao Bem-Me-Quer que supera todas las expectativas: frito pero sin una gota de gluten, con base de patatas y un aderezo inconfundible.

Eso sí, es una ardua tarea destacar una opción de la carta porque merece la pena probar cada una de las ofertas que hacen que la familia tenga clientes fijos cuyas preferencias ellos se saben de memoria. Hasta postres ofrecen, incluso son capaces de adaptar algunos dulces tradicionales para que también los celiacos disfruten de una experiencia gastronómica única.

En definitiva, parada obligada, ya que si algo distingue al Bem-Me-Quer es que puede ser considerado el sabor de Braga, la esplendorosa ciudad que lo esconde en sus calles.