Para Blasting Talks - serie de entrevistas exclusivas de Blasting News con líderes empresariales y culturales - Entrevistamos a Joan Ramón Morante, catedrático de la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona y director del Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC), centro referente a nivel nacional e internacional centrado en la investigación de nuevos modelos energéticos más sostenibles, que pasan por el medioambiente, la gestión inteligente y el almacenamiento de la energía.
Blasting News: ¿Cuáles son las principales funciones del Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC)?
Joan Ramón Morante: Las funciones del IREC es investigar para tener una energía abundante, económica, facilitar su acceso a la sociedad y sobre todo, que sea una energía sostenible. Hay petróleo, carbón y gas, pero igual no cumplen con los requisitos de sostenibilidad y de ahí los retos de conseguir energía sostenible, abundante, fácil de acceso y económica para que la sociedad pueda usarla.
En 2014, el IREC participó en la implantación de luces LED en la Capilla Sixtina. ¿Por qué surge esta iniciativa?
Uno de los aspectos que se busca en la investigación en energía es ser eficiente. La mejor energía es aquella que no se gasta y de las cosas menos eficientes que hay es la iluminación: por 100 unidades de energía solamente producen iluminación 2-3 unidades.
Por tanto, la humanidad se ha planteado una revolución que es la sustitución de la típica bombilla de Edison por sistemas de LED. Esto ha abierto grandes posibilidades porque se pueden tener LEDs con emisiones en diferentes longitudes de onda y con un controlador, un circuito conectado, se puede activar y buscar combinaciones que puedan reproducir aquellas tonalidades y la cantidad de luz que interesa resaltar.
Entonces tiene aplicación en museos porque se crea la iluminación adecuada sin dañar la imagen que se está viendo. Por ello se hizo un proyecto con OSRAM y El Vaticano para hacer unos prototipos de iluminación de la Capilla Sixtina, que cumpliese con los estándares que los encargados del museo nos reclamaban y que no dañasen ninguna de las pinturas.
También habéis trabajado en la integración de “distritos de energía positiva”. ¿Ya hay zonas urbanas que comparten y producen energías entre sí?
Sí, pero a nivel de prototipos. Existen edificios y zonas que se prestan a ser plantas piloto donde se introducen energías renovables y nuevos sistemas de control y de gestión de la energía. Esa es la tendencia de futuro en la que se contribuye a que las zonas urbanas tengan edificios con un balance energético positivo y esto afecta a edificios en los que se pueden introducir energías renovables que van más allá de colocar una placa solar en la parte alta de este, como puede ser integrar elementos solares en la propia arquitectura. Pero no es fácil plantear soluciones con edificios ya construidos con gente viviendo.
Ese es el gran reto que tiene la sociedad.
Hablando de los retos, ¿se puede decir que el gran desafío de la sociedad actual es llevar a cabo una transición ecológica?
La respuesta es rotunda, sí. El modelo de consumo de energías fósiles nos lleva a emisiones de CO2 y el fondo del problema es cuánto petróleo compra España, porque si se compra ese petróleo es porque se consume; y si se consume indudablemente se emite CO2. Además, prácticamente el 45% va destinado a transporte, es decir, no es la típica industria con la chimenea emitiendo. Es por ello que se trata del verdadero desafío, de cómo sustituir y dar alternativas al uso de energías fósiles para el usuario, la industria y los servicios y para ello es necesaria la transición ecológica.
Se ha mencionado a los combustibles fósiles. En la actualidad hay países que fundamentan su riqueza en la posesión de petróleo o gas. ¿En un futuro podría darse una situación inversa, en la que los países con fuentes de energía más ecológicas marquen la diferencia?
Habría que tener en cuenta que los países ricos actuales, que son los que tienen petróleo y fuentes de gas, también tienen mayor cantidad de dinero para invertir en nuevos proyectos. Si uno busca los grandes proyectos de nuevos sistemas de transición ecológica, se encuentra que una de las mayores plantas de producción para reducir las emisiones provocadas por el amoníaco se ubica en Arabia Saudita, que está invirtiendo para producir hidrógeno sin emitir CO2 y destinarlo a la industria de fertilizantes.
Con lo cual, uno de los países con mayores yacimientos de petróleo no se está quedando quieto.
¿Están las empresas condenadas entonces a adaptarse a un nuevo marco sostenible para seguir en funcionamiento?
Esto es lo que llamo el “efecto Kodak”. El “efecto Kodak” era cuando todos tenían que hacer fotografías en papel y llevar el carrete a revelar. Pero llegó la fotografía digital y Kodak no hizo nada. ¿Qué ocurrió con Kodak? Que ya no existe. Esto en el terreno de la energía, las empresas son muy conscientes de ello y por un lado, pueden seguir haciendo uso de energías fósiles, pero están apostando por otras energías renovables para no perder su posición cuando llegue el inevitable cambio.
De no llegarse a producir la transición ecológica, ¿puede haber un punto de no retorno dentro de pocos años?
Sí. Algunos científicos comenzaron a decirlo, otros lo ponían en duda… Pero después de bastantes años debatiendo sobre el cambio climático y la cantidad de estudios, está claro que o se pone solución o no hay retorno. Si la temperatura media sube dos grados no hay marcha atrás y continuando con el ritmo de emisiones el planeta podría llegar a ese punto, por eso, Europa ha lanzado su Pacto Verde e intenta remediarlo. China lo está haciendo y están muy avanzados los científicos de allí, así como muy concienciados de las alternativas contra el cambio climático. Estados Unidos es un lobby que está definiendo la industria petrolera, pero la sociedad estadounidense va a retomar poco a poco la conciencia en este sentido; solo hay que ver lo que está ocurriendo en California ante la evolución de los incendios debido a las altas temperaturas año tras año.
En cuanto al COVID-19, ¿puede tener un impacto negativo para el desarrollo sostenible?
Sí, porque ha llegado en un momento donde convendría ser muy activo. El Coronavirus nos ha confinado y ese confinamiento nos ha paralizado económicamente. En transición ecológica habría que analizar cómo la sociedad cambió y cuánto tarda para cambiar. Sustituir las fuentes fósiles por otras requiere unas inversiones enormes. Un megavatio de energía solar puede costar 700.000 euros; o un megavatio de eólica un millón de euros. Entonces empiezan a hacer números y resulta que las cantidades que hay que invertir son importantes, por lo que el coronavirus, con la paralización económica que estamos viviendo, no ha llegado en el mejor momento.
Es una piedra en la rueda.
¿En estos tiempos que corren se hace más necesaria la ciencia y la investigación?
Evidentemente la manera de ganar tiempo es la consumición de etapas y esa consumición de etapas es poder dar saltos tecnológicos que aporten mejores productos cuanto antes y garantizar así mayor autonomía.
¿Cuáles son los proyectos que el IREC tiene en mente a corto plazo?
Tenemos proyectos muy interesantes y se hace difícil destacar simplemente algunos. Por mencionar algunos de ellos, podría decir que somos coordinadores a nivel europeo de eólica marina flotante, que puede ser una gran solución para la implantación de energías renovables. También hay un proyecto como el desarrollo de nuevas baterías para movilidad y otro que tiene que ver con el hidrógeno para que no se consuma gasolina o diésel.
Además, como dato curioso, estamos trabajando en cómo hacer, a través de residuos y de productos de origen bio, “gasolina sintética” para aviación, grandes barcos y maquinarias pesadas que hoy día utilizan diésel y que por potencia no podrían utilizar baterías eléctricas y para el hidrógeno es demasiado.