El equipo nacional francés se coronó campeón del mundo al derrotar por 4 a 2 al seleccionado de Croacia en la final de la Copa del Mundo en Moscú el domingo. Es el segundo título para Francia y el primero desde que organizó el torneo de 1998 hace 20 años.
Uno de los mosqueteros regresa 20 años después
El técnico de los galos, Didier Deschamps, fue el capitán en 1998 cuando su equipo sorprendió a Brasil en París y golearon a los sudamericanos 3 a 0, y el domingo se convirtió en el tercero en ganar la Copa Mundial como jugador y entrenador.
Un gol en propia puerta de Mario Mandzukic, un gol de penalti de Antoine Griezmann y goles de Paul Pogba y Kylian Mbappe premió a uno de los favoritos al título, culminando una magnífica carrera en la fase de grupos.
Además de vencer a Croacia, Francia también venció a Bélgica, Uruguay y Argentina en su camino hacia el título.
En 1998, más de un millón de personas bailaron hasta entrada la noche por el centro de París celebrando que por primera vez, Francia había ganado el Mundial gracias a dos goles de un hijo de argelinos, Zinedine Zidane. Ese mismo año, en un barrio humilde de la capital, nacía Kylian Mbappé. Veinte años entre la primera y la segunda estrella cosida a la camiseta de la selección francesa en que Mbappé ha hecho mayor mientras millones de franceses esperaban revivir las sensaciones de golear en una final.
Didier Deschamps: el tercero en ganar como jugador y técnico
Si en 1998 Brasil recibió tres goles, en 2018 Croacia, el equipo romántico del Mundial se marcha a casa sin final feliz, recibió cuatro.
Dos finales con un hilo conductor: Didier Deschamps, jugador en 1998 y entrenador en este Mundial en que se ha convertido en el tercer hombre en ganar la Copa del mundo como futbolista y como técnico, tras el brasileño Mario Zagallo y el alemán Franz Beckenbauer.
Francia recupera la 'grandeza tras perder la final en 2006 y ver como la última Eurocopa se escapaba en la final ante Portugal en su casa, en París, hace dos años, gracias a un técnico, Deschamps, que ha sacrificado buena parte del talento de sus hombres para priorizar el orden, el equilibrio y por encima de todo, los resultados.
En la final de Moscú, Croacia, durante buena parte del partido, fue mejor. Alegre y descarada, tal como juegan los que saben que tienen una oportunidad para ser eternos. Pero los balcánicos, que nunca han derrotados a los franceses, fueron de nuevo víctimas de Francia que nunca ha jugado pensando en recoger los elogios de los demás.
Ha jugado para ganar, para dar envidia, para sentirse superiores haciendo bromas; las cenas, sobre todos aquellos que intentan sacar méritos a su juego.
La Copa es suya, la gloria también. Y todo gracias a una generación privilegiada en que Deschamps ha convencido a hombres como Griezmann, Mbappé o Pogba. Qué decir de Giroud, el 9; el centro delantero sin gol, pero que fue un defensa más, un peón, un comodín, peleando la pelota al rival, tapando espacios y saliendo rápidos a la contra.
Francia no fue mejor que Croacia durante buena parte de la final. Jugó con fuego, ya que la grapa croata resquebrajó la defensa francesa en un primer tiempo en que Rakitic, con la ayuda de un Modric, Perisic y Rebic, robó balones en la frontal, abrió el campo, y bombardeó una y otra vez el corazón del área francesa donde Varane y Umtiti, como si fueran hermanos de sangre, se abrazaban sacando pelotas como podían. Llegó el final y el premio les esperaba en el centro del terreno; la Copa del Mundo era suya.