Hablar de Quini es hablar de una persona muy querida, en Asturias sobre todo, pero en todo el mundo también, gracias al cariño que le tenían todos los que le conocían. Dicen en el periódico el Mundo que era un “paisano” como llamamos a la gente de bien en Asturias. Y es que hay personas que con su actitud en la vida dan confianza y ayudan a creer en un mundo mejor. Enrique Castro era así, nadie ha hablado mal nunca de “El brujo” y un ligero poso de tristeza nos abatió a todos al conocer su muerte el pasado martes.

Quini un gran futbolista

Quini fue un gran futbolista que jugó en el Sporting, en el Barcelona y con la selección española, fue cinco veces el máximo goleador de la Liga.

Pero su magia está en que su carisma fue capaz de trascender las rivalidades de los equipos. De hecho su hijo pequeño que agradece hoy en el diario La Nueva España, todas las muestras de aprecio que ha recibido la familia estos días, y le dedica un agradecimiento especial al Real Oviedo, eterno rival, del que dice que se ha portado como un amigo.

El campo de Fútbol del Sporting ha cambiado su nombre por el de El Molinón-Enrique Castro 'Quini', así el jugador número 9 estará siempre presente en el campo que vio crecer a aquel joven que iba a dedicarse a soldador hasta que el fútbol, le cambió la vida.

Quini una vida difícil

Y, a pesar de todo, no fue la suya una vida fácil, aunque sí encarada con generosa valentía y comprensión hacia el prójimo. En el año 1981, Quini estuvo secuestrado durante 25 días. Su familia tenía el alma en un puño, mientras él permanecía muerto de miedo en un pequeño zulo. Sus secuestradores, unos electricistas en paro, que vieron la solución fácil a sus problemas económicos en extorsionar al futbolista cercano.

Al ser liberado y conocer la situación de las familias de quienes le mantuvieron retenido, Quini optó por no presentar denuncia ni pedirles indemnización. Les perdonó sin más y les tendió la mano. Pero quizás el golpe más duro de su vida fue la muerte de su hermano, Jesús Castro, fallecido hace 25 años cuando se ahogó en la playa cántabra de Pechón tras salvarle la vida a dos personas.

El cáncer fue otra batalla, dos veces tuvo que hacer frente a un cáncer de garganta y luchó como en el campo de juego. La fortuna tampoco le sonrió en el terreno económico, pues cuando Quini jugaba a fútbol, los jugadores no hacían las grandes fortunas de ahora. Después una mala inversión en un negocio de ropa le llevó a la ruina. Se vio obligado a trabajar de comercial hasta que el Sporting le llamó para que ejerciera como delegado del primer equipo.

Quini no se perdía un partido en el Molinón, la afición le echará de menos.

Sus restos reposan ya en el cementerio avilesino de la Carriona, junto a su hermano, Jesús. Cinco nietos, tres hijos y su esposa de toda la vida, añorarán al hombre que les deja de legado el cariño de tanta gente. Y es que a veces el fútbol nos recuerda que en el juego de la vida para triunfar hay que ser grande como persona, D.E.P. Enrique Castro “Quini”.