Si bien es cierto, que el Madrid esta acostumbrado a nadar entre tiburones, nunca antes lo había hecho tan desprotegido. Los ineludibles barrotes que antaño custodiaron Sergio Ramos y los suyos, siempre bajo las atentas vigilancias del comodín Casemiro, han dejado al buque blanco a merced de depredadores, que en otros tiempos, no se nos hubiese ocurrido, siquiera, nombrar como tal.
Sin embargo, es la falta de efectividad en ataque la principal preocupación de quienes lanzan, desesperadamente, el flotador desde la orilla. Aquellos afilados colmillos, insaciables de goles y éxitos, que trituraban a sus presas sin importar tamaño, origen o procedencia, han perdido filo.
Han olvidado morder.
Pero no todo son penas, aunque indudablemente lo parezca.
Existe una competición, entre todas, que parece llevar ligado el hilo de su historia al club insignia de la capital española. Una competición capaz de volver a ilusionar a una de las más exigentes aficiones del futbol mundial. Una competición capaz de revivir a un equipo al que se le ha dado por muerto. Ésta de la que os hablo, rehusa de presentaciones. Aunque teniendo en cuenta la posibilidad de que alguno de vosotros haya pasado estos últimos años en la soledad de una cueva, voy a tomarme la libertad.
Se trata de la liga de campeones. Liga que por otra parte, como su nombre bien indica, solo es apta para campeones.
Y resulta que el sentido estricto de esta palabra, no se adapta mejor a ningún otro club, que al Real Madrid. Pues las relucientes vitrinas de la planta noble del Santiago Bernabéu presumen de 12 ejemplares de este prestigioso título. Dejando a considerable distancia al segundo clasificado, el Milán, que cuenta con 7.
Estas, entre otras, son las razones por las que a falta de nuevas incorporaciones, esta competición se perfila como el único bote salvavidas a muchas millas de distancia.
El único problema es que se acerca a demasiada velocidad, y la mar, revuelta, solo les dará una oportunidad de agarrarse a la salvación. A días más claros, aguas más tranquilas. Las fuertes sacudidas han causado mella en las exhaustas extremidades de los madridistas, que tirando de espíritu y corazón, han tomado una última bocanada de aire antes de la primera final de la temporada.
¿Conseguirán aferrarse al último halo de esperanza?
La infinitud de variables que conciernen a dicha ecuación, nos impiden despejar la única x capaz de aflojar la mordaza que se cierne sobre el cuello de los señalados. Aquella que representaría una antibiótica y contundente victoria. Pero para alegría de algunos y reprimenda de otros, ecuaciones de semejante complejidad, cuentan con diversos posibles resultados. Algunos de ellos tan oscuros y aterradores, que siquiera queremos contemplar.
Lo que si que tienen claro los madridistas: es que el blanco puede vestir su camiseta, subrayar sus valores, inundar su corazón… Pero absolutamente nunca, representar sus resultados. Perdonenme si peco de bienaventurado, pero creo que Mbappe y compañía, tienen algo que decir al respecto.