El Fútbol Club Barcelona se proclamó campeón de la Supercopa Catalana tras imponerse al Real Club Deportivo Espanyol en la tanda de penaltis. Al término de los 90 minutos se concluyó con un triste empate sin goles en un encuentro que se disputó en el Camp D`Esports de Lleida.

Un evento que no pasará ni mucho menos a la historia. Es más, todas las miradas estaban puestas en lo que pudiera hacer Ousmanne Dembélé. El francés se convertía en el refuerzo de más relumbrón del pasado verano, cuando tras la marcha de Neymar el Barça se fijó en el rápido extremo del Borussia Dortmund.

105 millones más otros 45 en variables, llevaban al galo al vestuario del Camp Nou.

Nadie lo podía imaginar

Pocos se podían imaginar el pasado mes de agosto, que en un encuentro amistoso disputado entre semana en pleno mes de marzo, una de las estrellas del FC Barcelona estuviese sobre el césped. De la misma manera que ninguno podía pensar que el pasado domingo ante el Atlético de Madrid, con la liga en juego, Dembélé lo viera desde el banquillo y ni siquiera formase parte de los cambios que realizó Valverde en la segunda parte.

Todas las razones que se dan son ciertas. Valverde no se cansa en repetir que tiene 20 años. Vale. Que ha tenido lesiones que no le han dejado destacar, también. Pero ha costado más de 100 millones de euros.

Con ese precio el jugador debe estar concienciado y poner todo lo que esté en su mano para triunfar.

"Que juegue Messi"

Dembélé no está teniendo la actitud que debe tener un recién llegado. Incluso se ha filtrado una escenita que protagonizó esta semana al enterarse que debía entrenarse el día libre y que iría convocado para disputar el encuentro ante el Espanyol.

"Que juegue Messi", dijo a su círculo más íntimo. No entendía cómo mientras los Piqué, Coutinho, Messi, Suárez, Rakitic y compañía disfrutaban de una jornada libre y de un merecido descanso la tarde del partido, él se tenía que entrenar con los menos habituales y disputar un encuentro que no servía para nada.

Las razones del 'problema Dembélé'

Cuentan las malas lenguas que Ousmanne Dembélé es un adicto a la comida rápida. Nunca se ha preocupado de la alimentación ni de su descanso. Le gusta salir de noche, como a todo chico de 20 años, y no termina de ser consciente de las obligaciones que tiene como futbolista de un equipo como el Barça. Pero no todo iba a ser malo. El chico tiene algo a su favor, el tiempo. Tiene 20 años y todo un mundo por delante para reaccionar y demostrar que el club no se equivocaba al ficharlo. En Málaga ya comenzó a dar muestras.