Sócrates fue un gran filósofo griego de la filosofía occidental y universal. De hecho, se considera que fue uno de los mejores de su época. Pero el que fue maestro de Platón y que tuvo a Aristóteles como discípulo estaba muy cansado de los chismes de los demás sobre su persona. Un día, uno de sus jóvenes discipulos llegó a su casa y le comentó agitado que un amigo del filósofo estaba hablando de él con malas intenciones. Ante esta situación, Sócrates le respondió a su aprendiz, ¿has pasado la información que me quieres decir por las tres barreras?

El discípulo no entendió que eran las barreras y Sócrates se las explicó.

Las tres barreras de Sócrates

La primera de las barreras es la verdad. ¿Estás seguro de la veracidad de lo que me quieres decir alumno? Esta pregunta es importante porque es probable que se esté hablando de algo que no es cierto.

Si no estás seguro de que lo que has oído sea verdad, al menos ¿te has hecho la segunda pregunta o has pasado la siguiente barrera? Esta segunda barrera es la bondad. ¿Es bueno lo que quieres contar? Y si no lo es, ¿qué necesidad tienes de contarlo? Hay que valorar la necesidad de dar información que puede causar más daño que bien.

Finalmente, la tercera barrera será una autocrítica. Esto es, si la información que quieres contar no es verdad, ni buena y tampoco es necesaria, mejor que se quede en el olvido porque solo puede causar más daños.

Hablar de los demás compromete a las personas

Cuando hablamos de otros, comprometemos nuestra forma de pensar e incluso nuestra reputación. En alguna ocasión todos lo hemos hecho, pero no es algo que tenga un buen final. De hecho, es todo lo contrario. Hablar de la vida de los demás produce malentendidos y discordia. Aunque se nos de bien hablar de los demás no es una buena actitud, tal y cómo Socrates decía.

De hecho, puede convertirse en una costumbre que produce un análisis, pero no es sano. Se trata de dirigirse a la otra persona sin tacto alguno, sin bases ni fundamentos. Hablar de los demás no es más que mera especulación y nada certero. Además, de caer en terrenos de la opinión. En ocasiones, se confía en que el hecho de ser familia o amigos cercanos nos permite criticar el modo de vida o las decisiones de otros, pero no obtendremos ningún buen fruto.

Y si te cuesta trabajo no hablar mal de las personas piensa en esto: "hablar mal es muy fácil", cualquiera lo puede hacer porque no requiere ser inteligente. Lo que verdaderamente cuesta más trabajo es hablar bien de los demás. Intentar hablar bien minimizando los errores y faltas de los demás no es hipocresía, es valorar a las personas desde lo que son.