"Era un monarca de carácter indolente, benévolo, pacífico, dadivoso, de pocos bríos y apocado de ánimo. Debido a su falta de entereza y a la repugnancia que sentía por los derramamientos de sangre, fue su reinado un semillero de revueltas e insurrecciones instigadas por aventureros y ambiciosos; era por fin el rey de los que apetecen la tiranía de la voluntad ajena", así describía Luis Comenge a Enrique IV de Castilla, un monarca del que todavía existen algunos interrogantes referidos a su supuesta impotencia para dejar herederos al trono.

Se sabe por la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar que su primera mujer doña Blanca, casada con Enrique IV por mucho tiempo, y otras mujeres con las que el rey tuvo relación desde joven, ya hablaban de esa impotencia que tanto da que hablar al tratar su biografía.

Esta situación abriría la polémica sobre la legitimidad de doña Juana, apodada como "la Beltraneja" por sus adversarios. Sin embargo, como cita Carlos Fisas en Historias de la historia existe un documento fechado en 1465 en el que el médico de Enrique IV asegura que el rey no tiene ninguna enfermedad que afecte a su virilidad y que doña Juana era una hija verdadera del soberano.

El apodo de "la Beltraneja" viene de los posibles desmanes que tuvo la segunda esposa de Enrique, Juana de Portugal, con el noble y valido Beltrán de la Cueva. Pero, de ser cierto, ¿por qué mantenía relaciones extramatrimoniales la reina? Algunos historiadores sugieren que sería una especie de venganza hacia su marido, que se veía a escondidas con una dama de la reina de nombre Guiomar; y otros abogan a que sería por esa impotencia que adolecía a Enrique IV.

El padre Mariana en su Historia de España pone en duda la impotencia del rey, argumentando que se trató de una malicia llevada a cabo por los Reyes Católicos. No hay que olvidar que Hernando del Pulgar, cronista que habla sobre la impotencia de Enrique, trabajaba para ellos.

Gregorio Marañón, en su mágnífica obra Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, asegura que la impotencia del rey existió, pero solamente en la relación que mantuvo con Blanca de Navarra.

Para ello, el doctor se apoya en el documento que declara la anulación del matrimonio de los reyes en mayo de 1453. Este documento muestra que el rey sí mantenía relaciones íntimas con otras mujeres, pero que un "hechizo" impedía hacer lo mismo con doña Blanca. Este sería el argumento por el que el monarca pedía el divorcio para casarse con otra mujer y así poder tener herederos.

Por tanto, Enrique IV sí era un hombre viril, aunque se desconocen los motivos que impidieron que mantuviera las relaciones necesarias con doña Blanca para tener descendencia. Descendencia que sí tendría con Juana de Portugal, de cuyo matrimonio nacería Juana, aunque haya pasado a la Historia de España como "la Beltraneja".