Nuestra conciencia, y lo que percibimos como el alma, pudiera parecer dos cosas separadas e indistintas. El ser humano siempre ha puesto en tela de duda, que hay más allá del cuerpo físico, las preguntas revolotean dentro de una jaula de realidades impolutas, sombrías y escalofriantes cuando se tienen certezas a medias, de experiencias sobrenaturales. Las incógnitas surgen dentro del tubo de ensayo de la curiosidad.

La experimentación y la sobre valoración que tiene la ciencia sobre nuestra muda física, para algunos de nosotros, podría resultar un tanto fría, desconcertante y a veces inhumana.

Los avances a favor de la ciencia, de una explicación que cuesta en ocasiones vidas humanas, no suele ser fácil para quienes llevan a cabo un descubrimiento que pueda cambiar nuestra percepción, sobre esta realidad y las que se funden en el inexplicable – todavía – cerebro.

Ajuste de recuerdos

Las películas han alimentado nuestra imaginación, con un futuro donde las personas puedan tener habilidades supernaturales, o bien, una conciencia intacta dentro de un cuerpo robótico. Referente a esto, la ficción ha traspasado la frontera hacia la realidad. Un grupo de expertosUniversidad de California, Ángeles, UCLA – consiguieron trasplantar memorias de un animal a otro, utilizando un método llamado: técnica de transferencia de información genética – ARN –.

El trasplante se realizó de un caracol a otro de la misma especie. Estos especímenes fueron preparados para adquirir un mecanismo de defensa. Se hizo la prueba con otros animales que no fueron habituados y la respuesta fue distinta. La molécula – ácido ribonucleico, ARN – interviene en distintas funciones, que son fundamentales para un organismo biológico, relacionada con la adhesión de proteínas y la manera en que se comportan los genes.

Evocando defensas

Los expertos administraron pequeñas descargas eléctricas, en la cola de un tipo de caracol marino – Aplysia califórnica – luego de estos leves shocks, los reflejos de defensa del espécimen se crisparon para protegerse. Esta contracción duro 50 segundos, en los caracoles que recibieron descargas, en otros la duración fue solo de 1 segundo.

Del conjunto de caracoles que se entrenaron para protegerse, se extrajo el ARN para inyectarlo en otros caracoles, que no fueron impuestos a una experiencia de shock. Lo sorprendente fue que el grupo inyectado con el ácido ribonucleico respondió con una contracción por 40 segundos, más que otros que no tuvieron el aprendizaje de la defensa obligada.

Este descubrimiento podría ser benéfico para dar pequeños pasos al tratamiento, y mejoría de padecimientos como el trastorno de estrés postraumático o el Alzheimer.