De raíces judías, Rosalind nació en Notting Hill, en Londres (1894), segunda de cinco hermanos en una familia acaudalada e influyente. Su padre era un banquero con visión política liberal, el Vizconde Samuel, tío de su padre, Ministro del Interior y uno de sus tíos políticos, Mattos Bentwich, era procurador general en el Mandato Británico de Palestina.

Con toda esta dinámica familiar, no es nada raro pensar que la niña se mostrara pronto activa a organizaciones sindicales y que participase del movimiento sufragista al que otro tío suyo, Hugh Franklin, figura destacada en el movimiento a favor del voto femenino.

Compasión y compromiso

La familia Franklin no solo se movilizaba y se mostraba de acuerdo con las nuevas exigencias sociales, sino que demostraron ser solidarios con aquellos que huían del holocausto alemán, en el llamado Kindertransport. Más de 10.000 niños judíos huyeron de sus países hacia el Reino Unido para ponerse a salvo, quedando de sus familias tan solo ellos y refugiándose en el país británico en casa particulares, como fue el caso de Evi Eisenstädter en casa de los Franklin. De merecida mención es la figura de Nicholas Winton, quien salvo él solo a más de 669 de una muerte segura.

Infancia de Rosalind

Con solo seis años la niña empezó a estudiar en el mismo colegio donde estudiaba uno de sus hermanos.

Desde tan temprana edad ya la chica demostró tener una facilidad para las matemáticas que llamó la atención de su tía Helen, quien pensaría de ella que era algo así como una superdotada. En realidad, así debía de ser porque con solo seis años estudiaba aritmética (por gusto), se le daba bien el deporte, las ciencias, el latín, el alemán y el francés.

Un dechado de virtudes que ganó premios y becas con facilidad, sobresaliendo en cualquier materia excepto en música, en la que el maestro tuvo que hablar con sus padres preocupado por si la chica había tenido algún problema auditivo. Esto parece indicar, que sus dotes para la música brillaban por su ausencia.

Sus meritos académicos le llevaron a ganar una beca para la universidad.

Recibiría 30 libras esterlinas anuales, durante tres años, más nunca la cobraría porque su padre la convenció de que cediera ese dinero a algún joven refugiado que se mereciera seguir con sus estudios universitarios y que de no ser así no podría continuarlos.

Segunda Guerra Mundial

Al finalizar sus estudios de química en el Newnham College en Cambridge, la chica ganó una estancia de investigación, uniéndose al personal fisicoquímico del laboratorio de la universidad de Cambridge. Comenzó a trabajar bajo las órdenes de Ronald Norrish, premio Nobel de Química en 1967.

No fue muy compatible la relación entre ambos y al poco renunció a su cargo bajo la supervisión de Norrish y presentó méritos para acceder al Servicio Militar, donde comenzó a trabajar como asistente de investigación del uso del Carbón (BCURA) combustible de suma importancia durante la guerra pues se utilizó como filtro en las máscaras de gas.

Durante la contienda vivió un tiempo con su prima Irene Franklin, juntas se entregaron como voluntarias a la tarea de salvaguardar a los civiles de los ataques aéreos, organizando patrullas para tal fin.

Con la ayuda de una amiga de universidad, Adrienne Well, Rosalind conoció a Marcel Mathiu, director del centro de investigación científica francés y este le faiclitó una entrevista con Jacques Mering, a cuyo equipo se uniría en 1947 como una más de los quince investigadores en el Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado de París. Al lado de Mering aprendería muchísimo sobre cristalografía, que aplicaría al carbón en su conversión en grafito y sobre lo que escribiría varios artículos.

Nueva beca y nuevo destino

Una beca haría que regresara a Londres en 1950. Allí trabajaría durante tres años en el King´s College of Londres y donde se dedicaría al análisis de ADN. Junto a Gosling descubrió que según el estado de humedad de la fibra de ADN tendría una forma u otra (de esa manera a mayor humedad sería larga y delgada y mientras más seca, más corta y ancha).

Después de mucho investigar acerca de las dos formas del ADN, Rosalind concluyó que ambas formas estaban formadas por hélices. Del King saldría escaldada, no por haber ella hecho nada inapropiado, sino por la mala relación, las intrigas y las artimañas que sus colegas de Cambridge utilizaron para robarle información básica, apropiándose datos sobre la doble hélice de ADN y aportándole a ellos prestigio social que no les correspondía.

El nuevo destino sería el Birkbeck College, bajo la dirección de un genial cristalógrafo, J.D.Bernal, famoso por promover mujeres cristalógrafas. En el Birkbeck presentaría un trabajo sobre el virus del mosaico del tabaco, en la revista Nature. Fue allí donde se hizo con un equipo de investigación que analizarían el virus de la patata o el tomate.

Resumiendo el extenso e importantísimo trabajo que realizó, digamos que su labor con el análisis de los virus es crucial para el posterior beneficio de toda la humanidad.

Vida personal y muerte de Rosalind Elsie Franklin

De su lado intimo bien poco se supo, quizás se le sospechó un amante o un amor esporádico, pero ni se casó nunca ni demostró romanticismo por nadie, aunque se dijera que se le declaró sentimentalmente a Mering (rumor desmentido por los más cercanos, pero que a nosotros nos deja con una total incertidumbre de si fue o no cierto).

¿Era Rosalind agnóstica? Cuando su madre la quiso convencer de la existencia de Dios, ella se limitó a cuestionar que por qué asumía que era hombre, pues bien podría ser mujer. Le encantaba viajar y adoraba Francia, por sus comidas, sus paisajes y su gente. A un día de la inauguración de la expo 58 (donde participaría con un modelo de virus del tabaco de 5 pies de alto) murió de un cáncer de ovario (seguramente por la exposición a los rayos x) que inundaba su abdomen, como si estuviera embarazada (eso hubiera ella deseado, y así lo manifestó).

Rosalind y su reconocimiento

Dejando a un lado la discriminación por ser mujer (como les ha ocurrido a otras tantas mujeres que se atrevieron a “inmiscuirse” en terreno prohibido, ya fuera científico o artístico), el hecho de que se apropiaran de su trabajo y que el nobel en Química que le hubiera correspondido a ella se lo dividieran como un queso, Crick, Watson y Wilkins en 1962, aun así, hubo reconocimiento.

Unas cuantas baldosas con su nombre y fecha de nacimiento y muerte, el nombre a una calle, un laboratorio, sociedades, universidades, escuelas de cristalografía etc. Justo pago por el beneficio que esta señora dejó a la humanidad, eso sí, todo a título póstumo.