En 2010 John Rudge, prestigioso científico del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge, redujo la datación anterior sobre la edad de nuestro planeta en 70 años. 4.470 millones de años ±1% han sido suficientes para que en la Tierra se haya desarrollado todo lo que hoy conocemos. Un mundo increíblemente maravilloso, hermoso y sorprendente que durante, al menos, entre 5 y 7 millones de años, ha sido el hogar de la especie humana, acompañándonos en toda nuestra evolución.

Pero como siempre ocurre, averiguar cuando empezó todo o, como mínimo, acercarnos a ello, es menos complicado que llegar a saber cuándo terminará para lograr evitarlo.

Y es que una de las mayores inquietudes de nuestra especie es desfiar a la muerte para sobrevivir más allá del tiempo.

Por ello, una de las preguntas que se lleva gran parte de la atención de los científicos es, ¿cuándo se prevee que podamos extinguirnos?

Konstantin Tsiolkovsky, físico soviético y considerado “Padre de la Cosmonáutica” afirma que “Con toda probabilidad, la mejor parte de la humanidad nunca perecerá, sino que migrará de un Sol a otro a medida que estos soles mueran. Por tanto no habrá final para la Vida, el intelecto y la perfección alcanzada por la humanidad. Su progreso será perenne.”

Durante miles de años la Humanidad se ha preocupado por conocer el Universo, entender las leyes que rigen la Creación y averiguar si es posible continuar nuestra evolución en otros lugares.

Empujados por el instinto de supervivencia que toda forma de vida alberga, el Ser Humano está cada vez más cerca de empezar ampliar sus horizontes cósmicos para instaurar sus civilización en otros planetas.

Pero, ¿por qué?

Muy sencillo, todo sistema solar es susceptible a desaparecer. Las estrellas, también llamados soles, no son eternos.

Su existencia se halla inmersa en una inquietante paradoja, la energía que la alimenta es la energía que la consume. Sabemos que nuestro sol un día desaparecerá y con él, la tierra dejará de desplazarse dentro de su órbita para pasar a vagar de forma lineal por el Universo. Dejará de recibir su luz y la oscuridad convertirá a este precioso planeta azul en una esfera de hielo en la que, mientras exista agua líquida, continuará albergando microorganismos.

Desde luego, es probable que durante su desplazamiento lineal por el Universo llegue a acercarse tanto a otra estrella que la fuerza de la gravedad empuje a la Tierra a entrar en su órbita y logre de nuevo restaurar la vida, pero aunque eso llegara a ocurrir, la humanidad ya se habría extinguido.

Se calcula que nuestro sol está a la mitad de su vida, es decir, que todavía le quedan cinco mil millones de años.

Entonces, ¿por qué estamos tan preocupados y ocupados en poblar otros planetas?

Al margen de las consecuencias que se derivarían de la muerte del sol, nuestra estrella Madre en esta Galaxia, la Tierra pasa de forma cíclica por una serie de fases que resetean gran parte de la vida ya desarrollada que existe, obligando al Planeta casi a empezar de cero.

Estos son los periodos de glaciación.

Como sabemos, estamos viviendo una época interglaciar, la última glaciación terminó hace 10.000 años y presentimos que esté muy próxima la siguiente. Por próxima, en el campo de la Astronomía, entendemos unos 15.000 años, y eso hace que el Ser Humano sienta cierta prisa por diseñar una cartografía cósmica acartada que, junto al desarrollo de una tecnología avanzada y el entendimiento de las leyes que rigen el Universo, nos permita encontrar otros hogares para seguir existiendo y evolucionando.

El ser Humano no quiere perecer, su máxima siempre ha sido y será inmortalizar su especie, prevalecer más allá del tiempo. Este deseo de ETERNIDAD que nos mueve lo podemos apreciar ya desde la antigüedad, con la necesidad de transmitir el conocmiento adquirido, embalsamar los cuerpos, construir pirámides u otro tipo de tumbas, sanarnos de las enfermedades para lograr longevidad, en definitiva, para desafiar a la muerte. La pregunta es y sigue siendo, ¿por qué?