Lekobide, anciano jefe de la tribu de los vascones, era consciente de que su hora había llegado. Era el momento de transmitir a su bisnieta Oria todo su conocimiento para que el pueblo no se quedara huérfano de sabiduría y de buen gobernar. Oria era la única familia que le quedaba, pues todos sus descendientes habían muerto en combates contra otras tribus o de vejez.

Lekobide y su bisnieta subieron hasta la colina sagrada para su pueblo donde le confesó a ésta que era su momento de cruzar al otro mundo. Antes de dejarla, el anciano preguntó a Oria si deseaba conocer algo antes de que él dejara la aldea, a lo que la joven preguntó cuál era el pueblo preferido para Jaungoikoa (dios en el que creían).

Lekobide contestó: "Jaungoikoa no ha creado a los seres humanos según sus gustos personales ni para que se aniquilen los unos a los otros. Los creó para que caminaran juntos en un único sentimiento. Sin embargo, todos los hombres que conforman los pueblos se creen que han sido elegidos por Jaungoikoa para dominar el mundo, originando las guerras entre personas que no dejan de ser hermanos".

Oria lloraba sin consuelo, ya que no entendía bien el mensaje y era consciente de que, sin su bisabuelo, la tribu no iría a ninguna parte. El moribundo jefe, tranquilizó a la joven, diciendo que el pueblo se quedaba con el mejor maestro que puede existir jamás y que es el único que conoce la verdad: el tiempo.

El pulso de Lekobide, tras estas palabras, cesó y, entre lágrimas, Oria transmitió su mensaje a los demás sin comprender mucho lo que le había legado el sabio anciano que había muerto. La figura del rey Lekobide es el arquetipo del jefe sabio que personifica la experiencia, adquirida gracias al tiempo. Esta leyenda intenta vislumbrar ese instante en el que el ser humano decide separarse en pueblos, dando de lado a esa identidad común que poseía la gran familia llamada "Humanidad".

Es un conato de explicar el origen de las guerras y enfrentamientos entre diferentes pueblos que intentan plasmar su superioridad, cuando en realidad no hay un solo ápice de desigualdad entre todos los hombres.