Los hospitales son sinónimo de los dos grandes enigmas que persiguen al Hombre: cómo se forma vida a partir de la vida y qué ocurre después de la vida. En estos centros sanitarios las emociones campan entre sus pasillos; combaten la alegría y la tristeza; confluyen la vida y la muerte.
Esas sensaciones encontradas, a caballo entre la llegada y la desaparición de la vida, retumban como ecos eternos entre los muros de los hospitales. Estas reverberaciones emotivas se presentan en forma de misterio insondable, donde el ser humano no está preparado para comprender.
Y, en este caso, el misterio se aparece a aquellos que menos lo esperan: los enfermeros.
Los enfermeros, en muchas ocasiones héroes que salvan vidas, son conscientes de situaciones y experiencias desconocidas y que, sin embargo, ocurren en los hospitales. No suelen hablar sobre ello, pues es un tabú entre el personal sanitario. Callan una evidencia para no enfrentarse a la incomprensión, aunque saben que aquello no tiene explicación.
Muchos enfermeros anónimos han sido testigos de hechos insólitos, pero no lo reconocen. Saben a la perfección que esas esferas de luz que relatan como premoniciones de acontecimientos que pasarán a los pacientes, se escapan a nuestra razón; que los espectros que muchos miembros del personal sanitario ven en determinados momentos son recuerdos condenados a repetirse una y otra vez; que misteriosas figuras que acompañan a los pacientes en situaciones críticas se convierten en auténticos "ángeles" al avisar con señales a los enfermeros.
Los enfermeros y los médicos en general conviven a diario con el misterio y no pueden remediarlo. Su profesión les obliga a ver lo más bonito y lo más trágico de la realidad. Son mediadores de esa lucha entre el "Más Acá" y el "Más Allá" que en décimas de segundo puede decantarse de un lado u otro. Sólo ellos comprenden la sensación de sentirse héroes por haber salvado a alguien o de villanos por la impotencia de no poder hacer nada contra lo inevitable. Y esta continua contienda se traduce en hechos que muchos no creerían porque quizá, y sólo quizá, no estén preparados para ello.