“Los periódicos son una prolongación del discurso público”, repetía Habermas hasta la saciedad. Sin embargo, los lectores y, los futuros periodistas, con más razón aún, debemos cuestionarnos si, efectivamente, los medios son una prolongación de la opinión pública y si hacen autocensura para ocultar lo que realmente piensan.

Si nos detenemos interpretar el Informe PISA, podremos apreciar “qué es lo que nos distingue de otras naciones de nuestro entorno, y no es en sí el sistema educativo”, esbozó Héctor G. Barnés, periodista de El Confidencial. Cada tres años, intentan vendernos la nefasta calidad educativa española con armas políticas y mediáticas de doble filo.

Sin ir más lejos, los malos resultados del informe tienen que ver con el problema geográfico-histórico, que lleva azotando a España durante siglos.

No es un mito que, la España profunda haya crecido entre escombros de libros, mientras que Andalucía ha sufrido gran atraso cultural, con población mayoritariamente analfabeta dedicada al campo. Este problema ahonda “desde que Andalucia consumió su revolución industrial, posicionándose desde entonces como "una de las tres regiones más pobres de España", señaló Pedro Tedde de Lorca, Catedrático de Historia Económica.

A su vez, el aprendizaje escolar presenta amplias dificultades, debidas en gran medida, "a los factores de índole familiar", matiza la Consejería de Educación de Andalucía.

Por lo tanto, las pautas educativas familiares se convierten en otra variable que conviene examinar. Ya lo decía Hector Cebolla, Doctor en Sociología por la Universidad de Oxford, al cuestionar los resultados de los Informes PISA. “Las expansiones educativas que democratizaron el acceso a la educación secundaria no quedaban desvinculadas de los logros educativos al contar con la influencia del contexto familiar.”

Si me lo permiten, diría que, en la mayoría de los casos, los medios no suelen darle el tratamiento interpretativo que un informe merece.

Un gran error por su parte, al tratarse de un tema tan sensible para la opinión pública como es el de la Educación. De este modo, entran de lleno en su propia espiral del silencio y se les hace imposible salir de ahí. Más aún, cuando la opinión pública es mayoritaria.

Los grandes gigantes de la comunicación callan cuando su opinión es minoritaria para evitar su propio aislamiento dentro de todo el conglomerado mediático.

Y es muy difícil que un lector cambie de opinión pública cuando el mensaje que recibe proviene de los medios.

En lugar de explicar las variables sociológicas o dar la voz a expertos, ‘salen del paso’ con titulares sensacionalistas como: “El fracaso que se veía venir” (EL PAÍS), “Quince colegios españoles superan a Finlandia” (ABC). A excepción de periódicos como El Confidencial y Diario.ES, que no tienen reparo en luchar contra la propia Espiral para cambiar la opinión pública sobre la Educación.

Lo que nos lleva a formular la siguiente pregunta: Si los comunicadores, como principales líderes de opinión encargados de configurar la agenda mediática, no cambiamos la opinión pública, ¿quién lo va a hacer?

Precisamente, estamos a “dos pasos” de hacerlo. Sobre todo, porque la información resulta convincente para el lector o el espectador al apoyarla un suscriptor de opinión. El buen periodismo no puede fallar en su misión de transmitir su legado social y educativo. No obstante, es la pescadilla que se muerde la cola y, “la Agenda Setting, la cara oculta de la Espiral del Silencio.”