Ser judío es ser un conjunto universal de relatos, ser judío es ser judío con todas las consecuencias históricas que supone eso y todos lo calificativos negativos y positivos: judío, elegido de Dios; cerdo judío; sabio judío; judío ladrón; judío inteligente; hermano judío; o traidor judío... Todo tiene una alargada sombra de causas. Tantas caras de un mismo pueblo que invariablemente te llevan a discernir sobre la cultura judía: un pueblo con tantas mimbres en la capacidad reflexiva, imaginaria y contradictoria de su propia existencia en el mundo.

Su pecado, posiblemente, la endogamia y la egolatría, su virtud, la imaginación... Todos estos elementos se pueden discernir de este Bye, Bye Alemania, una visión redentora e inteligente hacia el pueblo judío, como bien dice en un momento uno de los personajes, sobre uno de los compañeros de ese grupo de astutos comerciantes: “es bueno porque produce en los alemanes el sentimiento de culpa”, bajo un talante de humor cáustico.

La película, una drama cómico, probablemente con un sentido muy alemán del humor... un tanto frío –no conocemos el film en su versión original- dirigido por el cineasta Sam Garbarski, director de la interesante Irina Palm (2007) con Marianne Faithfull (cantante y actriz británica) y el actor yugoslavo Miki Manojlović (Underground).

El film es un camino entre dos puntos, no es comedia, ni drama... –me parece bien, comparto la deconstrucción de los géneros-, no es un film con el que nos debamos rasgar las vestiduras, pero si que tiene un contenido ácido muy interesante, y tampoco lo podríamos encasillar como una “película de judíos” porque no lo es, pero si una película de alemanes que se acercan a la identidad judía.

Es un film que intenta abordar dos consecuencias de la destrucción nazi, la Europa del desastre y por otro lado, como una consecuencia de largo alcance, la Alemania de hoy, un país que siempre pone de su parte para redimirse de lo que no debió hacer. Es decir, es un film de reconstrucción alemán, al igual que otro Bye, Bye, una visión fraternal de la reunificación alemana (Bye, Bye Leninn, 2003) de Wolfgang Becker .

No hay historia si no hay relato, no hay individuo si no hay una imagen de él, no hay pueblo sin mito. Volviendo al inicio del relato, o de este texto, Bye Bye Alemania, centrado en la figura de su principal personaje David Bergman (Moritz Bleibtreu), es una claro ejemplo de la construcción de los cuentos, de la reconstrucción de su vida, su supervivencia. Al igual que el pueblo judío, se basa en la capacidad de construir Historias, relatos, fantasías, imaginaciones... reales o no, peo interesantes de la propia existencia, para así, ser, de la forma más hábil, ser. Una frase final del personaje... “hay que maquillar un poco la vida...” o esta otra.. “Sin chistes estaría muerto”. Un film de cuentos sobre nuestra propia vida, para darla algún sentido, con un interesante guión y con algunos descubrimientos, pocos... en la narrativa de sus imágenes y su simbología.