marruecos es un lugar que debe estar en los planes de viaje de cada persona. Aquí comparto con ustedes las impresiones de mi primer viaje en solitario.
Si te aventuras a realizar este excitante viaje, procura ver todo lo que puedas y visitar la mayor cantidad de lugares que te sean posible. Esta vez yo sólo puede ir a Marrakech –la tercera ciudad más grande de Marruecos-, y a Tánger.
Después de más de 12 horas de viaje desde Caracas y una escala con Iberia, llegué a la mágica y enigmática Marrakech, para alojarme en el extraordinario Hotel la Mamounia que está catalogado como el sexto mejor palacio – hotel del mundo, en donde el entorno, la decoración y el servicio, son impecables, exquisitos. Es un lugar que al igual que Marruecos, te deja con ganas de volver. No se pueden perder el té de menta y los pastelitos baklava de la tarde, un verdadero regalo al paladar y los sentidos.
Los mercados al aire libre o Zocos en Marruecos son famosos por la increíble variedad de artículos que puedes encontrar, como hermosas túnicas bordadas, joyas elaboradas por artistas extraordinarios, cerámicas pintadas a mano tan bellas que no sabes cuál elegir, y especias cuyos aromas se meten por tus sentidos, y permanecen en tu memoria olfativa aún mucho tiempo después de haber partido.
Podría pasar metida en esos mercados días enteros encontrando tesoros que comprar. En este viaje compré una lámpara de plata tallada a mano, una vajilla blanca con flores y arabescos azules que parece un poema sublime y armonioso. Quedé enamorada de unas telas ikat con las que ya imaginé una colección de bolsos y la excusa perfecta para volver pronto.
De Marrakech a Tánger
Salí de Marrakech hacia Tánger en un vuelo de más de tres horas con Iberia que hizo una escala en Casablanca. Tánger como el propio Marruecos, es un lugar donde se reúnen muchas culturas, y olores que se funden con la brisa de mar; les aseguro que la visita a esta ciudad portuaria del norte bien vale la pena.
Aquí en Tánger, me alojé en la Villa Mabrouka o casa de la suerte como también se conoce, la cual fue el hogar de Yves Saint-Laurent y su pareja por mucho tiempo.
Para mi, fue un sueño hecho realidad por ser una gran admiradora de la vida y obra de Yves Saint-Laurent.
La casa está ubicada en lo alto de un acantilado, y tiene una impresionante vista panorámica del mar, rodeada de unos verdes y cuidados jardines, sin descuidar su exquisita decoración. La atención de su personal fue tan dedicada que convirtieron mi estancia en memorable. Hay tanto que hacer en Marruecos que no importa cuántos días pases, siempre te vas a quedar con ganas de más.
Si quieres que tus sentidos te lleven una y otra vez de vuelta, no hay nada como degustar un aromático té de menta después de un agitado día de compras en los zocos. Ese olor, se quedó marcado en mi recuerdo, y sé que siempre me conducirá de nuevo a Marruecos.