Bogi es el típico islandés que ha crecido apartado de las ciudades y ha visto, en los últimos cincuenta años, como el clima del invierno se ha ido suavizando. Ahora es uno de los guías de un conocido touroperador de la isla, muy bien valorado por los turistas por lo bien que explica todo aquello que conoce. Y, desgraciadamente, el cambio climático le está afectando a él y al resto de la población.
«Podríamos pensar que está bien tener unos inviernos más cálidos, donde los turistas se sorprenden por la falta de nieve y por unas temperaturas que muchas veces se mantienen en positivo. No obstante, los glaciares se funden a un ritmo acelerado y esto tendrá consecuencias en el medioambiente y la economía islandesas, pero también para el resto del mundo.»
La tierra del hielo
En efecto, el 11% de la superficie del país está ocupada por el hielo. El mayor glaciar es Vatnajökull, en el sureste, con unos 8.200km2 de extensión. Le sigue Langjökull, donde desde hace años Bogi acompaña a decenas de turistas a diario a caminar por el interior del hielo, gracias a una cueva que se terminó de construir en 2015.
Antes de llegar allí, también visitan la cueva de lava de Víðgelmir. Este enero apenas ha nevado y la basta extensión de llanura que amaga la entrada al interior de la tierra está pintada del marrón oscuro de la lava fundida.
«Si el terreno es oscuro, el calor del sol se absorbe y no se rebota todo lo que debería a la atmosfera. Por eso la nieve que tendría que cubrir este prado se derrite con rapidez. Lo mismo ocurre en el glaciar. Las partículas de contaminación producidas por los gases de efecto invernadero se fijan en las paredes del hielo y, aunque casi no lo podamos apreciar, lo oscurecen. Entonces, el glaciar atrapa más calor y se funde más rápido de lo que debería».
Los científicos han advertido al Ministerio de Medioambiente de Islandia que en unos 200 años los glaciares del país pueden quedar al borde de la extinción.
Mientras tanto, el deshielo incrementa el flujo de los ríos. Se ha cuantificado en un 30% el aumento del caudal de aquí al 2030. Este simple hecho tendrá consecuencias sobre el diseño y funcionamiento diario de las plantas de energía hidroeléctrica y con ello, consecuencias económicas.
El deshielo acelerado también afecta las corrientes marinas. El clima islandés se debe a la corriente del Atlántico Norte, proveniente del golfo de México, que permite que pese a la proximidad con el Ártico la costa islandesa no se congele en invierno. Pero el cambio climático provocará un cambio brusco de las temperaturas y esto puede transformar de nuevo la vida en Islandia.
«Estoy preocupado por el futuro de mis descendientes.
Por eso cuando traigo a los viajeros hasta el glaciar y les explico los efectos del cambio climático toman conciencia de ello. Y ya no se alegran tanto al ver que casi no hace frío ni hay tanta nieve como pensaban en el invierno islandés».