El periodo colonial japonés fue muy duro para los ciudadanos coreanos, especialmente para las mujeres de Jeju. El aprisionamiento de los hombres de la isla generó una generación de mujeres fuertes, capaces de todo y con una personalidad inquebrantable. Entre ellas destacan las haenyeo (mujeres del mar), que se sumergen en las frías aguas del océano para recoger su más preciado tesoro: los pulpos, las otras y las conchas de abulón, productos muy apreciados en Corea y con un sabor único.
Aunque la primera mitad del siglo XX la figura de las haenyeo comenzó a destacar, su profesión comenzó en el siglo XVII.
Desde entonces, generación tras generación, miles de sirenas, sin ayuda de equipamiento de buceo, bucean frente a las costas de Jeju. En la actualidad, la juventud arrastrada por las nuevas tecnologías y el consumismo en está sociedad acomodada, está dejando atrás está profesión centenaria, consideradas un símbolo de la fuerza y la independencia de las mujeres y “Herencia Cultural Intangible de la Humanidad” por la UNESCO. A día de hoy, el 80% de haenyeo tiene más de 60 años.
La isla de Jeju se ha convertido en un lugar dominado por la economía turística. La antigua tradición de pesca, agricultura y crianza de caballos se encuentra en detrimento. En este momento son apenas 4.500 haenyeo las que trabajan, en comparación con las 26.000 mil que lo hacían en 1960.
Por ello, hay escuelas en Jeju especializadas en entrenar a jóvenes haenyeo. En la web Smithsonian podemos ver un antiguo documental dedicado a este aprendizaje.
Para trabajar, las haenyeo se visten con un simple traje de neopreno (antiguamente de algodón), gafas de bucear y aletas. A lo largo del día se sumergen más de un centenar de veces en aguas heladas a más de trece metros de profundidad.
“Resurgen después de un minuto produciendo un silbido quejumbroso al tiempo que cogen aire y depositan sus capturas en una red atada a un flotador”, escribe Choe Sang-hun para The New York Times.
Pero no solo su trabajo es duro y complicado. También su vida personal. La dedicación que requiere este trabajo, y sus beneficios económicos que ayudan a la independencia de la Mujer, han generado que Jeju ocupe el primer puesto en el rango más elevado de divorcios en Corea del Sur.
También, como menciona Lee Sun-hwa en el reportaje de Choe Sang-hun, “A los niños y niñas de Jeju no les gusta admitir que sus madres han sido haenyeo”. La salud también sufre mucho, y actualmente el gobierno, para ayudar a mantener este trabajo, cubre a estas sirenas con un seguro médico, les aporta nuevos equipamientos y ofrece subvenciones.
¿Y por qué sólo son mujeres las que trabajan es esta ardua labor? El comisario del museo dedicado a las haenyeo, Kang Kwon-yong explica que “en el siglo XVII los hombres solían ir a pescar o a combatir en buques de guerra y no solían regresar. Así pues, el buceo se convirtió en un trabajo exclusivo para las mujeres. Un documento del siglo XVIII recoge azotes a las mujeres si sus maridos o parientes no pagaban los impuestos, lo que las obligó a sumergirse en estas frías aguas, estando incluso embarazadas, para buscar el apreciado y caro manjar [que ayudase a pagar la renta]”.
Las haenyeo y su historia también son un ejemplo de la situación, opresiva y marginal, que sufren todavía hoy las mujeres en Corea del Sur. Un tema candente del que seguiremos hablando en próximos reportajes.