Qué mejor día para estrenar el film que la víspera del día de San Valentin. El fenómeno de la trilogía de E.L. James da el gran salto a las pantallas de Cine de nuestro país con esta primera parte de la saga, dirigida por Sam Taylor-Johnson y producida por Michael De Luca. 

El fenómeno mundial cuenta la historia de cómo una recién licenciada en Literatura Anastasia Steele debe entrevistar, sustituyendo a su mejor amiga, al joven empresario Christian Grey, del cual queda prendada por su atractivo y su aire intimidatorio.

Esta novela erótica llevada al cine da rienda suelta a fetiches como la dominación y la sumisión, utilizando materiales tales como látigos, cuerdas y vendajes.

Y es que, desde la publicación de esta novela, este tipo de materiales ha sufrido un aumento considerable de demanda, saliendo a la luz todos aquellos seguidores de  prácticas sadomasoquistas, pero también de gente que a raíz de la historia de Ana y Grey se anima a probar nuevos juegos eróticos.

Los menos progresistas se escandalizan ante la proliferación de estas prácticas y de su difusión en cines de todo el mundo, pero según un estudio publicado por el Journal of Sexual Medicine y escrito por Marcel Van Assen y Andreas Wismeijer (Universidad de Tilburg, Holanda), no hay de qué preocuparse, ya que han demostrado que la práctica de algún tipo de fetiche provoca un bienestar mental ligeramente superior a aquellos que por el contrario no lo practican.

El estudio, compuesto por 902 sadomasoquistas y 434 que no lo eran, consistía en una serie de preguntas relacionadas con la felicidad, el apego y el rechazo, o el compromiso a las relaciones, el cual reveló que aquellos que practicaban fetiches tenían una menos propensión al estado de neurosis. Tanto el dominante como el sumiso demostraron un alto porcentaje en dicho cuestionario, aunque el primero se mostró más equilibrado. 

Entre algunas de las prácticas más comunes del sadomasoquismo se encuentran los azotes, de mayor o menos intensidad y generalmente en los glúteos; el bondage o inmovilización con sogas, cuerdas, esposas; o la privación sensorial de vista u oído.