Los vecinos del barrio Sant Antoni de Barcelona, se despertaron este 19 de enero con la triste noticia del fallecimiento a los 90 años de la famosa quiosquera Milagros Carballo. La muerte de la mujer ha conmocionado a los residentes de esa localidad catalana, pues muchos crecieron viendo a la señora a diario durante las últimas seis décadas. De acuerdo con los reportes, Carballo y su quiosco de golosinas se habían convertido en auténticos referentes para la gente de esa zona.

En San Jordi le rindieron tributo

La noticia de la muerte de Milagros Carballo, la difundió en X una vecina del barrio Sant Jordi, quien en un emotivo mensaje lamentó el fatídico suceso.

De igual modo la usuaria, identificada en la red social como Briggitta Lamoure, señaló que siempre iba a recordar a la señora Milagros, pues durante mucho tiempo esta había endulzado el corazón de todos en Sant Jordi y de manera especial el suyo.

Entre flores y velas despidieron a la quiosquera

En este sentido cabe resaltar que minutos después de difundirse la noticia sobre el trágico acontecimiento, muchos vecinos comenzaron a acercarse al quisco ubicado en la calle Villarroel para rendirle homenaje a doña Milagros, como la conocían.

A propósito, vale acotar que, entre velas y flores, se dejaron muchos mensajes de despedida, todos colmados de mucho respeto y cariño.

“Y la despedimos en plenas fiestas del barrio!

El kiosko se está llenando de flores y velas… es precioso”, escribió la usuaria BIBI Fernández en X. En el referido post, se puede apreciar además una imagen que refleja el merecido tributo que le rindieron los vecinos a Milagros Carballo.

La historia de Milagros Carballo

Tal como se ha divulgado, hoy se sabe que Milagros Carballo, oriunda de Galicia, llegó a la ciudad condal a comienzos de los años 50 del pasado siglo.

La gallega, que tenía poco más de 20 años por aquel entonces, arribó a Barcelona procedente de Piedrafita de Cebreiro, su pueblo natal.

Desde 1962 doña Milagros trabajaba en el quiosco

Al respecto trasciende que Milagros Carballo comenzó a trabajar en la urbe catalana como criada. Tiempo después, Carballo conoce a su marido y desde el ya lejano 1962 empieza a vender dulces y golosinas en el puesto de la calle Villarroel, una labor que doña Milagros nunca detuvo y, a pesar de la muerte de su esposo hace ya 30 años, siempre estuvo presente en Sant Jordi.

Desde aquel entonces y hasta el instante de su muerte a Milagros Craballo de le podía ver de modo asiduo vendiendo en su puesto. La señora se supo ganar el afecto de los moradores del lugar pues aprovechaba su labor para estrechar la relación, sopesando el simple nexo que se establece entre el vendedor y el cliente.