Pocas cosas han alterado el pulso económico y social mundial como lo ha hecho el Covid-19. Desde el mes de diciembre del año 2019 que se dio la primera señal de alarma hasta el día de hoy se han contabilizado 118.629 casos confirmados, 4.292 muertes y 106 países afectados (Datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades) y según informa Sanidad, se prevé que la crisis del coronavirus durará de dos a cuatro meses más.

Congresos anulados o aplazados, fiestas populares canceladas al igual que conciertos, eventos deportivos….

Cierre de colegios, universidades, incluso los funerales han sido declarados zona de riesgo. Asistimos a a los supermercados abarrotados como si de una hecatombe zombie se tratara y lo curioso es que entre los objetos más demandados son el papel higiénico.

El SARS-CoV-2, un virus diferente a lo ya existente

Si bien todavía no se puede hacer una comparativa exhaustiva y concisa que nos ayude a catalogar el tipo de peligro comparándolo con la gripe hay algunos datos claros. La aparición de la gripe en nuestras vidas se traslada siglos atrás, está estudiada y más que estudiada. Sin embargo, el coronavirus es nuevo, no se pueden hacer estadísticas fiables porque entre otras cosas el número de infectados son estimados.

En muchos casos el propio infectado ni se ha percatado que tenía el virus, pues el Covi-19 en muchas ocasiones cursa de manera asintomática o leve. En Corea del Norte, que son muy organizados, han sometido a la población del país a un examen continuo de su temperatura corporal para así detectar todos los casos a pesar de que estos no precisen de ayuda sanitaria.

El hecho es que los datos a fecha 5 de marzo son que el porcentaje de defunciones por el virus es de un 0,58%.

Lo que sí están descubriendo es un grado de contagio mucho más elevado. Según la OMS, la tasa de contagio (RO) para tener controlado un virus o enfermedad infecciosa debe estar por debajo del 1 y en esta caso se estima que está sobre el 1,4 a 2,5.

Esto significa que mucha gente puede ser infectada al mismo tiempo, lo que requerirá de servicios sanitarios a la vez.

La OMS declaró la emergencia sanitaria internacional por la rápida expansión del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, no por su porcentaje de letalidad. De hecho la primera medida y donde se ha hecho más hincapié ha sido en contener su propagación.

Distancia social como medida para ralentizar la propagación del virus y evitar el colapso de los hospitales

Dejando a un lado el eficiente o deficiente estado de nuestra sanidad pública (ya había problemas de saturación en los servicios de urgencias o algunas especialidades por falta de personal y material) el hecho es que no hay hospital, por muchos medios que tenga, que soporte una cantidad de enfermos que duplique su capacidad de respuesta y si esto sucede en todos los hospitales la situación no solo se complica, sino que resulta muy peligrosa para la salud pública, aún en los casos en los que no debería serlo.

El cierre de colegios y centros educativos supone un dique de contención bastante importante así como se demostró, por casualidad, en el año 2000 en Israel. Durante el invierno una huelga de profesores cerró los centros educativos del país, como consecuencia las enfermedades respiratorias diagnosticadas se redujeron un 43% y las visitas al médico un 22%.

Todos los especialistas está de acuerdo en que la medida es necesaria, no obstante el momento oportuno para aplicarla y que sea efectiva es el quid de la cuestión y lo que determinará su éxito o fracaso. Según el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) ese momento sería cuando hay transmisión descontrolada, pero “aún no se ha alcanzado el pico”.

Si por el contrario se hace antes de tiempo o tarde su efectividad sería casi inexistente.

Reducir nuestra interacción social, seguir las indicaciones de los organismos competentes, informarse en fuentes fiables y oficiales, pensar y no dejarse llevar por la histeria es de vital importancia en estos momentos. No olvidemos que es importante reducir el número de personas que requieran asistencia médica para que nuestra sanidad pueda trabajar de forma eficiente y segura. La desinformación muchas veces es más peligrosa que la no información.