Una de la apuestas previas a la ceremonia de los premios Oscar fue especular con la cantidad de veces que se nombraría a Harvey Weinstein durante la transmición. El galardona productor, un habitué de esta entrega y de sus fiestas previas y posteriores, no solo ha estado ausente, sino que también expulsado. Su conducta para con decenas de actrices que aspiraban un papel en alguna de sus cintas ha sido denostada y condenada por la industria.

Un acto manchado de cierto cinismo por resultar inverosímil que sus acosos pasaran desapercibidos durante más de dos décadas.

Tarde ha llegado el apoyo para las mujeres que se animaron a denunciarlo durante los últimos meses del 2017.

De repente, el mundo de premios y reconocimientos, encontró una figura en la que canalizar todos los pecados de la industria. Harvey Weinstein se convirtió en el único mosntruo, los mea culpa y las omisiones que en un principio parecieron querer salir a la luz, pronto volvieron a la cueva de lo que se calla. Mujeres apoyándose mutuamente, escribiendo un #metoo o un #yotecreo después de la confesión valiente de una mujer. El caso Harvey Weinstein no terminó de limpiar la industria pero al menos visibilizó la situación de acoso y agresiones sexuales a las que muchas mujeres estuvieron y están sometidas.