Desde hace 2 años, cada primer lunes posterior al 15 de octubre, se celebra el día de la escritora. La propuesta surge con la intención de dar visibilidad a la literatura femenina tan denostada y estigmatizada.

La iniciativa fue impulsada por la Biblioteca Nacional de España, Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE) para, de alguna manera, nivelar o compensar las diferencias que a lo largo de la historia sufrió la escritura femenina.

Si la distracción del día día no le permite caer en la cuenta del poco espacio que el mundo literario le ha concedido a las Mujeres, como autoras, no como musas, las cifras sirven de ejemplo.

En 116 años que lleva otorgándose el Premio Nobel de Literatura, desde 1901 hasta la actualidad, solo 16 ganadores fueron mujeres. Otras distinciones de similar importancia no optaron por lo contrario. El Premio Cervantes fue entregado a a 4 mujeres en 40 años.

No fue hasta el siglo XX, que la creencia popular y los prejuicios de que las mujeres solo pueden hablar de hijos, casa y romance, dejaron lugar a nuevas voces. Las mujeres siempre escribieron, pero o no publicaban o lo hacían con un seudónimo masculino.

María Lejárraga, para no ir más allá de nuestras fronteras, escribió gran parte de su obra para que fuera publicada por su marido. Tan difícil era el oficio para una mujer que incluso siguió haciéndolo cuando se separaron tras una infidelidad que terminó en matrimonio con una actriz de su compañía teatral.

El oculto sendero de Elena Fortún

Encarnación Aragoneses de Urquijo nació en Madrid a finales del 1800. Desde sus inicios, en la década del 20, sus textos se publicaron bajo el seudónimo de Elena Fortún. La creadora de Celia tuvo una vida difícil, marcada por ocupar un sitio que no le pertenecía.

Casada con un militar republicano, emigra a Argentina al finalizar la guerra.

Su esposo y su hijo menor combatieron en el frente, el mayor falleció de pequeño. Las secuelas de la guerra y la frustración del esposo por no obtener el mismo reconocimiento que en la escritura que Elena, pusieron el camino de la autora aún más difícil.

Con la publicación de Oculto Sendero, podemos además saber, que lo verdaderamente complejo estaba dentro y no fuera.

La condición femenina, marcada por la sociedad de la época con límites inviolables, la arrastró a una vida amarga, que logró franquear en varias oportunidades con éxito. No solo sus Libros sirvieron como vía de escape a Fortún, también los viajes, las nuevas fronteras con amigos que, al igual que ella, necesitaban una libertad que el siglo XX regateaba.

Oculto Sendero es mucho más que una novela de ficción autobiográfica, es un libro que explica y reivindica el lugar de la mujer durante décadas. Esposa, madre, entregada a los quehaceres domésticos, buena hija y abnegada, siempre abnegada.

El libro antes mencionado no solo profundiza en la problemática social de los años 20 y 30, es una catarsis personal y una reivindicación social.

La historia es narrada por la propia protagonista de la historia, desde su niñez hasta la vida adulta, ese que solo puede comenzar con un final, una despedida.

Oculto Sendero también está narrado desde la perspectiva de género, al que se le añade, el descubrimiento por parte de la protagonista de una condición sexual diferente a la esperada. Reprobada para una mujer de su condición, casa y con hijos y para cualquier otra. No es de extrañar que si la fantasía femenina no cabía en las editoriales, mucho menos podía hacerlo en la vida social.

Con esta última publicación de Elena Fortún no solo se reivindica el papel de la mujer, también alza la voz por todas las diferencias esenciales de la condición humana.