Fue la noticia con la que los periódicos de hace 40 años, iniciaron sus portadas. Pese a que, el trágico hecho había ocurrido el día anterior, las tiradas del 27 de marzo ya estaban impresas.

Apenas 6 minutos después de las 17 horas, dos Boeing 747 que carreteaban por la pista del aeropuerto de Tenerife, Los Rodeos, se estrellaban. De los 644 pasajeros y tripulantes que viajaban en ambos aviones, solo 61 salvaron su vida. De tal magnitud fue aquel suceso, que se lo considera el accidente más grave que sufrió la aviación civil española.

Aquel 27 de marzo de 1977, las dos aeronaves que terminaron colisionando, se dirigían a Gran Canaria.

Uno de los aviones provenía de Ámsterdam, era el vuelo 4805 de KLM, el otro venía de New York, el vuelo 1736 de PamAm.

La explosión de una bomba del Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), unió los destinos de los más de 600 pasajeros y miles de familias, involuntariamente. Los vuelos fueron derivados al único aeropuerto que había en la isla por aquellos años, el de Tenerife Norte.

Las investigaciones apuntaron a un fallo humano. Aunque varios de los intervinientes erraron su obrar, la mayor responsabilidad corrió a cargo del piloto de la aerolínea KLM. Se cree que desobedeció, o al menos no esperó las indicaciones necesarias para maniobrar, por una especial urgencia en despegar.

Llevaba demasiadas horas demorado en Tenerife y estaba próximo a cumplirse el máximo de horas permitido para que la tripulación esté a bordo.

Sería injusto no mencionar una serie de desencadenantes humanos y climáticos, que costaron la vida de 583 personas. Al parecer, ni los pilotos, ni el personal de la Torre de Control utilizaron una comunicación eficaz, lo que produjo un desentendimiento entre ambas partes.

Mientras el piloto de la aeronave de la línea KLM no esperó la orden de despegue, el comandante de PamAm confundió la salida y se cruzó con el avión que había decidido despegar sin una orden previa.

Las condiciones climáticas y la falta de reconocimiento del aeropuerto, se cree que llevaron al piloto de PamAm a tomar la salida incorrecta y desencadenar el accidente.

Las luces del aeropuerto que se encontraba colapsado por albergar a todos los vuelos que habían sido derivados, la falta de un radar en condiciones, sumado a que, los dos aviones que terminaron por estrellarse tenían sus tanques cargados de combustible, porque estaban a punto de despegar, hicieron del hecho una desgracia aún mayor.

El choque se produjo a las 17.06, apenas 4 minutos antes, la visibilidad en la pista de Tenerife Norte era de 300 metros. Mientras el pasaje y la tripulación del vuelo de KLM estaba lista para despegar y recibiendo las últimas indicaciones, un fallo en la comunicación, hizo que el comandante no escuchara que no podía despegar, que había un avión en la pista que había equivocado el rumbo.

Los jumbos impactan, ante la vista de los presentes, sin que nadie pueda ya hacer nada. Las 248 personas que viajaban en el vuelo de KLM, mueren producto del incendio que devora la aeronave al impactar contra el suelo. El vuelo de PamAm no tiene mejor suerte, también se incendia, solo 70 personas logran escapar de las llamas, 396 mueren calcinadas.

La tragedia de Los Rodeos introdujo nuevas herramientas y disposiciones para que accidentes de este tipo volvieran a ocurrir.