A días de celebrarse el día de San Valentín el próximo 14 de febrero, sacamos a la luz las investigaciones de la Doctora Helen Fisher (Toronto, 1945), antropóloga biológica y profesora del Centro de Estudios de la Evolución del Comportamiento Humano de la Universidad de New Jersey, quien lleva estudiando el fenómeno del amor romántico hace más de treinta años.

Según las investigaciones de Fisher, el amor puede comenzar a partir de tres sistemas cerebrales principales para el apareamiento y la reproducción, que son la lujuria, la atracción sexual selectiva y el apego.

Ellos son los que producen el impulso sexual, el amor romántico intenso de la etapa inicial de la relación y los sentimientos profundos de unión con un compañero a largo plazo.

Ahora bien, ¿Cómo sabemos si estamos enamorados? Según las investigaciones de Fisher existen siete clases de comportamientos propios que pueden determinar que estamos a merced absoluta de Cupido, únicos y bien definidos.

La primera de ellas es cuando tenemos la percepción de que esa persona que conocemos es alguien muy especial, que no aparecerá nadie como ella y experimentamos una incapacidad para fijarnos en alguien más.

La razón es el aumento de las cantidades de dopamina, involucrada directamente en la química del proceso de focalización y atención. A ella le sigue la tendencia a obviar los aspectos negativos de la persona que nos atrae, y está relacionado directamente con el aumento de dopamina acompañada con altos niveles de norepinefrina y noradrenalina, normalmente segregados en el cerebro y que se asocian al incremento de la percepción de nuevos estímulos.

En tercer lugar, se produce una inestabilidad física, emocional y psicológica en relación a nuestra propia percepción en relación a esa persona especial. Una vez en la relación, cuando se superan retos o adversidades en la relación, vuelven a dispararse los niveles de dopamina de forma casi instantánea.

La Obsesión es otra conducta clave. Cuando una persona está enamorada desarrolla un "pensamiento intrusivo" y se debe a la consecuente disminución de los niveles de serotonina en la parte central del cerebro. De los centenares de personas que Fisher ha utilizado para sus investigaciones, el 64% concuerda en que el sexo no es un punto esencial en la relación.