Coca-Cola, el mayor distribuidor a nivel mundial de bebidas azucaradas, ha retirado desde diciembre del pasado año su apoyo financiero a la organización, teóricamente sin ánimo de lucro, Global Energy Balance Network (Red global de Balance Energético).

La drástica decisión ha sido la respuesta de la multinacional a la publicación en agosto de 2015 de un durísimo artículo por parte de The New York Times titulado “Coca-Cola funds scientists who shift blame for obesity away from bad diets”. El título lo dice todo: podría traducirse como “ Coca-Cola paga a científicos para que no culpen a las dietas inadecuadas de la obesidad”.

En él se explica como la marca de refrescos ha tratado de crear un entorno más amigable para sus intereses comerciales, y lo ha hecho financiando a científicos dispuestos a vender su prestigio profesional.

Al parecer, a través de esta organización, han tratado de hacer llegar a la opinión pública la idea de que para vencer a la obesidad es más importante hacer ejercicio físico que seguir una dieta adecuada baja en calorías.

La obesidad se está convirtiendo en una epidemia en el primer mundo y se señala como uno de los responsables directos al consumo exagerado de azúcar. Se calcula que tomando una sola lata de un refresco azucarado al día al cabo de un mes habremos consumido cerca de un kilogramo de azúcar.

Las autoridades políticas norteamericanas están tomado ya cartas en el asunto y se está poniendo límite a su comercialización para el público infantil y tratando de sacarlo de las escuelas. El consumo medio de bebidas azucaradas en Estados Unidos ha caído un 25 % en los últimos veinte años. Ante este panorama, la multinacional reaccionó buscando el “apoyo de la ciencia” y destinó el año pasado 1,5 millones de dólares a financiar la supuesta organización no lucrativa.

Lo cierto es que el consumo de azúcar es ya un problema de salud pública de difícil solución debido a lo rentable que resulta para la industria y a su efecto adictivo sobre los consumidores.

La libertad de elección de los consumidores es una máxima perfectamente respetable siempre que estos estén bien informados. Resulta absolutamente escandaloso lo fácilmente manipulables que somos utilizando la ciencia como coartada, y lo sencillo que puede resultar hacerlo cuando contamos con suficiente dinero.