El festival de Tribeca se ha convertido en el lugar ideal de los reencuentros cinematográficos. Si el otro día contábamos la reunión de los supervivientes de El Padrino I y II, también allí la semana pasada se hizo un homenaje a los veinticinco años del aniversario del estreno de Reservoir Dogs.

Estuvieron el señor Blanco (Harvey Keitel), el señor Rosa (Steve Buscemi), el señor Rubio (Michael Madsen), el señor Naranja (Tim Roth) y el señor Marrón (Quentin Tarantino). Faltaban el señor Azul (Eddie Bunker), "Nice Guy" Eddie (Chris Penn) y Joe (Lawrence Tierney) por el fallecimiento de los tres hace ya una década.

Tarantino, por supuesto a parte de interpretar a ese personaje que bien aparece poco en la película, aunque aporta su inolvidable monólogo sobre Madonna a modo de "álter ego", es el director y guionista del film, con el que inició una carrera brillante e irrepetible que actualmente no se encuentra en sus mejores momentos a nivel creativo.

Quentin escribía el guión de la película tomando como referencia el impacto de los hermanos Coen con "Sangre Fácil". Quería hacer un "film noir" artístico que triunfara en festivales y no se convirtiera en un producto destinado directamente al vídeo. El director era un auténtico cinéfilo, capaz de disfrutar tanto con los clásicos, con el cine de vanguardia, como con subproductos de "blackplotation" o de kung fu.

Todas esas influencias fueron contenidas en lo que escribía y más tarde reflejadas en su innovadora dirección.

La película supuso una absoluta novedad y una gran aportación al género de gánsters que más tarde comenzó a denominarse "neo noir" en películas como "Heat" de Michael Mann o "Seven" de David Fincher. Por primera vez, los personajes de este tipo de películas, se comportaban como seres humanos, no como robots que planeaban golpes, sin sentimientos, ni temas interesantes de charla ajenos al hampa.

La conversación al principio del largometraje en el que se alternan las opiniones sobre la canción de la ya antes mencionada Madonna acerca de la canción de "Like a virgin", con las implicaciones morales de dar o no propina, es antológica y se ha convertido en un clásico.

Para que el film viera la luz, tuvo que pasar por las manos del gran Harvey Keitel, quien no solo accedió a protagonizarlo, sino también a coproducirlo.

El presupuesto pasó de unos treinta mil, a más de un millón de dólares, cifra igualmente ridícula viendo las cantidades que se manejan en Hollywood. Atrás quedaba la idea de hacer una obra de teatro si no conseguían un presupuesto mínimamente decente.

La trama gira en torno a la idea de un atraco en la que los participantes, dirigidos por Joe Cabott utilizan nombres en clave a instancias de éste para que no haya mayores problemas. Sin embargo el robo no sale bien, y mueren varios miembros de la banda en el intento, por lo que se comienza a sospechar que hay una "rata" o un infiltrado dentro del grupo. Esta idea fue inspirada en otros clásicos del género como "Atraco Perfecto" de Stanley Kubrick o "A Band Apart" de Jean-Luc Godard.

No en vano, la película del director francés fue la que dio el nombre a la productora creada por Tarantino, con la que comenzó a hacer todos sus films. Sin embargo, cuando Godard vio Reservoir Dogs, no hizo más que renegar de su legado.

Han quedado para la historia varios momentos absolutamente memorables, como cuando Michael Madsen (actor fetiche del mismo realizador) baila al ritmo de "Stuck in the middle with you" mientras le rebana la oreja al policía secuestrado por estos "perros encerrados". El propio Madsen reconoció en el encuentro que cuando leyó en el guión que tenía que ponerse a bailar de manera alocada, pensó en hacerlo como Mick Jagger. Otro instante antológico es cuando Harvey Keitel, Lawrence Tierney y Chris Penn se apuntan con sus pistolas, imitando el famoso "triello" de "El bueno, el feo y el malo" de Sergio Leone, director favorito de Quentin.

Se podrían reseñar muchos más, pero nos quedaremos con esos títulos de créditos en el que los protagonistas caminan por las calles a cámara lenta al son de "Little green bag" con traje y corbata negros queriendo parecerse a inspectores de hacienda. ¿Coincidencia?

Tarantino afirmó en Tribeca, que aquella fue la mejor época de su vida, donde fue más feliz. También lo fue la del llamado "cine independiente", una fórmula utilizada por los realizadores para tener cierta independencia de la industria en cuanto a los presupuestos, para dar rienda suelta a una mayor autoría y libertad creativa. Esta receta comenzó con pioneros como Cassavetes y reafirmada en los 80 por los anteriormente mencionados Coen o Jim Jarmusch, tuvo su punto de inflexión y posterior apogeo con el triunfo de Reservoir Dogs en el festival de Sundance.

A partir de ahí se hicieron películas con estas premisas de gran calidad como "Clerks" de Kevin Smith, "Smoke" de Wayne Wang (otra vez con Keitel, el "muso" del Cine Indie), "Antes del amanecer" de Richard Linklater, "Lone Star" de John Sayles, otras multipremiadas como "Sospechosos Habituales" de Bryan Singer (dos premios Oscar entre otros) y obras magnas de directores reputados como "Fargo" de los Coen o "Carretera Perdida" de David Lynch. Con el tiempo esto se convirtió en contraproducente, ya que los grandes estudios vieron que la fórmula funcionaba y comenzaron a aplicarla en sus producciones con productos que se parecían, pero no tenían ni la frescura ni la libertad creativa de los anteriores como es el caso de "El paciente inglés" de Anthony Minghella.

Aquellas generaciones fueron un oasis en el desierto y se han perdido en el tiempo como "lágrimas en la lluvia".

Debido al éxito, Quentin rechazó muchas ofertas para realizar nuevas películas y decidió centrarse en su nueva idea que resultó ser "Pulp Fiction", con la que hubo un antes y un después tanto estético como estilístico... pero esa es otra historia.