En unos tiempos donde el individuo no tiende a rebelarse contra el sistema o bien tiene miedo a sus consecuencias, conviene recordar esta película, aunque sea como fuente de inspiración de cara al librepensamiento.

1972 fue un año glorioso para el Cine, por citar algunos ejemplos dio maravillas como "El Padrino", "La Huella" o "El discreto encanto de la burguesía". Hoy ver alguna a este nivel es una verdadera quimera, pero es que en aquella época los grandes estudios daban vía libre a los creadores comprendiendo que estos eran los que podían llevar al séptimo arte a sus máximas expresiones artísticas.

También cabe reseñar que veníamos de movimiento hippie de los años 60 y existía una mayor concienciación por el entorno y la libertad individual. En este contexto se puede comprender la filmación de esta película y su posterior calado social a través de generaciones.

El binomio Redford/Pollack ha dado grandes películas para la historia del cine como esta o "Los tres días del cóndor", y las bastante meritorias "Memorias de África", "Propiedad Condenada" o "Habana". Dos tipos con mucho talento delante y detrás de la cámara que se conocieron cuando ambos eran actores y comenzaron una amistad basada en una gran cinefilia y una manera compartir su visión del mundo.

De esta manera ambos decidieron embarcarse en la aventura de filmar un western diferente a lo que se venía haciendo.

Después de que el género por excelencia de la historia del cine hubiera atravesado varias etapas, donde el optimismo de las películas de John Ford como "La Diligencia" ofrecieran una visión heroica del oeste en la que John Wayne pegaba un tiro y cuatro indios se caían de sus caballos simultáneamente, su evolución lógica del también binomio Ford/Wayne pasó a algo más desgarrado y reflexivo como "Centauros del desierto" en lo que se llamó el "western crepuscular" donde los buenos no eran tan buenos ni tan heroicos. El testigo aquí lo recogió Sam Peckimpah quién llevó esta fórmula al extremo con películas como "Grupo Salvaje" o "Pat Garrett & Billy The Kid".

Luego llegó Sergio Leone desde Italia con Clint Eastwood (parece que hoy esto va de tándems) donde la violencia desgarradora y la psicología de los personajes además de un gran componente de divertimento transformaron al género para siempre.

Es por esto que Syndey Pollack quiso ofrecer otra visión distinta del cine del oeste donde el individuo fuese libre en el entorno y se desenvolviera en este con soltura por libre elección. De hecho el nombre en España de la película tiene bastante lógica (sin que sirva de precedente) "Las aventuras de Jeremiah Johnson" donde pone de manifiesto que más que un western es un film de aventuras.

La acción se inicia cuando un tipo misterioso llamado Jeremiah Johnson quien monta a caballo y lleva un uniforme del ejército confederado se dispone a atravesar las montañas de Colorado para vivir con ellas en paz, quizás asqueado con lo que ha visto en la guerra de secesión americana y sabiendo que el ser humano no puede ofrecerle casi nada bueno, se dispone a convertirse en un ermitaño al margen de la civilización.

Esto se intuye, no se explica como en el cine actual, en que hubiésemos visto un montón de diálogos forzados para que el público no se perdiese y de paso matar su margen de imaginación a la vez que justificar moralmente al personaje.

Jeremiah, poco a poco, aprende a cazar, a sobrevivir, a disfrutar su soledad y del fantástico entorno. Se convierte en un hombre primigenio de los que vivía y luchaba por su supervivencia como único objetivo mientras disfrutaba de la naturaleza y a la vez la cuidaba. Convive y conserva amistad con algunas tribus de indios mientras con otras mantiene cruentas batallas, como aquella en la que le mandan de uno en uno a intentar acabar con su vida porque la grandeza de esta tribu se mide en la magnitud de sus enemigos.

Es alguien solidario y consciente de las desgracias humanas por lo que ha padecido en la guerra, por lo que es respetado y temido por su misericordia y a la vez por su furia a la hora de vengar lo que considera justo. Ahí es donde encuentra su equilibrio y donde establece su epicentro que está en sintonía con el cosmos. Este tipo existencia será interrumpida por la solicitud de ayuda de unos ex-compañeros que al mezclarse en sus asuntos le alejarán de su armonía y le granjearán problemas ajenos que ya nunca le devolverán al lugar perfecto que había encontrado.

Jeremías es un antisistema, un tipo que no se pliega ni a la vida convencional ni a las amenazas de los poderosos, alguien que toma las riendas de su vida y la decide vivir como quiere, sin dar cuentas a nadie ni tiene miedo a ser juzgado, alguien inspirado por Henry David Thoreau que era el contra-poder de finales del siglo XIX en EE.UU.

Aún recuerdo el caso hace unos cuantos años en Inglaterra en que dos ancianos "hippies" se decidieron a vivir en una caravana en la campiña, sin tener ni propiedades ni hipotecas, hasta que el gobierno de su país hizo una triquiñuela legal para que no pudieran campar a sus anchas.

Robert Redford quien siempre ha sido una estrella que ha huido de las banalidades de Hollywood y constantemente se ha mostrado como un tipo comprometido tanto en política, como en el medio ambiente, fue el perfecto protagonista de este film encarnando a ese tipo enigmático, que no sabes bien por lo que ha pasado, pero cuando contempla a alguien, entiendes toda su vida anterior. Además quiso quitarse su imagen de sex-symbol dejándose esas enormes barbas manchadas por la nieve que cae del cielo, mientras intenta cazar osos a lomos de su caballo, con su Winchester 73.

Tengo mucho cariño a esta película ya que era la favorita de mi abuelo, que se llamaba Jeremías (en el doblaje en castellano, llamaban así al personaje encarnado por Redford) y cada vez que la veía se idealizaba a si mismo viviendo al margen del sistema en plena naturaleza. De hecho recuerdo que la primera vez que la vi, yo tenía unos diecisiete años y fue en el programa de José Luis Garci "¡Qué grande es el cine!". Del impacto que me provocó su visionado, me fue imposible conciliar el sueño aquella noche.

Los planos y las imágenes que muestra Pollack son de una belleza inmensa, para mostrarnos esa libertad consciente de poder ser aun reconquistada por el ser humano. Esto lo comprendió muy bien Kevin Costner con "Bailando con lobos", digna sucesora quizás.

Cuarenta y cinco años después, sigue vigente, pero lo que está dormido es el derecho a tomar decisiones con nuestra vida, el que no nos dicten cual han de ser nuestros usos y costumbres y el no convertirnos en dependientes del sistema. Es difícil que se despierte todo esto de golpe, por eso aquí mi pequeña contribución recordando este largometraje.