Anoche, después de la cena, nos encontrábamos en Twitter con la triste noticia, o simplemente con el hashtag del nombre y apellidos de Paloma Gómez Borrero, que no necesitaba presentación. Falleció anoche con 82 años, de cáncer de hígado, por la cual llevaba dos semanas en un hospital de Madrid, en donde había nacido en 1934.

En 1976 se convirtió en la segunda mujer corresponsal de TVE (no la primera, como se dijo), y fue en Roma y el Vaticano. Estuvo hasta 1983, que la Dirección del Ente la sustituyó por otro periodista. Pero no estuvo mucho tiempo en el paro: después de rechazar irse a la Corresponsalía de Atenas, el año siguiente aceptó trabajar para la COPE también desde la capital italiana, hasta 2012.

También lo fue para la Prensa, como el diario ABC.

Viajo con el Papa Juan Pablo II en los 104 viajes apostólicos del Pontífice durante el cuarto de siglo que ocupó la silla de San Pedro. Escribió varios libros sobre el Vaticano, sus Papas y el resto de sus autoridades eclesiásticas. Siguió formando parte de los periodistas que viajaban con el sucesor de Juan Pablo II, Benedicto XVI, hasta su abdicación.

Con su muerte, desaparece una componente de aquellos corresponsales que conocíamos durante nuestra infancia, al haber sólo una televisión, como Jesús Hermida desde Nueva York o José Antonio Plaza desde Londres, cuyos cargos dejaron casi al mismo tiempo para volver a España y presentar y dirigir programas.

Cada uno nos descubría cualquier rincón de aquellas ciudades como si las conociéramos de toda la vida.

Paloma Gómez Borrero aplicó un estilo personal a sus crónicas, capaz de contar anécdotas jugosas con amenidad, no sólo en las mismas, sino en las entrevistas que tenía. Este cronista recuerda cómo describía ella, con su simpatía habitual, los primeros meses de Pontificado de Juan Pablo II y su todavía balbuceante castellano: “Él dijo ‘Yo más mucho muy contento’”, o cómo describía, durante su primera visita apostólica a España, no comprender cuando una señora le decía “Viva la madre que te trajo al mundo”.

La última vez que la vi fue cuando estuve como público en un programa matinal de TVE, en la sección “Amigas y conocidas”, donde varias mujeres periodistas debatían sobre temas insólitos de la Actualidad. Paloma hacía bien su trabajo, aunque no encajaba bien en un programa de este tipo; se desenvolvía mejor desde Roma hablando de cosas vaticanas.

Muchas revistas satíricas se fijaban en su capacidad para atraer la atención y el carisma que tenía. El Jueves llegó a titular una portada: “Paloma Gómez Borrero visitará España, acompañada del Papa”. También era una de las preferidas de los humoristas que imitaban a famosos. En su discreción y su sentido del humor, nunca desentonó en su trabajo, y su vida familiar, cuando no trabajaba, era sencilla, habiéndose casado con Alberto, piloto, con el que tuvo tres hijos. Él influenció en ella para que siguiera en Roma cuando fichó por la COPE, en vez de irse a Atenas. “La de veces que les he dejado comiendo en la mesa, esperando que volviera de mandar una crónica”, decía de su familia en la entrega de un premio a su carrera. Por último, ella no era nada puritana, pues era capaz de contar anécdotas “picantes” a las mismísimas autoridades eclesiásticas, con el debido buen gusto, claro.