Puede rondar lo banal entrar en la crítica de la calidad de las fiestas de esta quinta edición de Gran Hermano VIP. Lo cierto es que son un elemento más de la convivencia y, como tal, deberían jugar un papel determinante a la hora de encauzar las diferentes tramas que forman el reality. La decadencia que demuestran las fiestas de esta edición las convierte en un elemento indiferente tanto para la audiencia como para los concursantes.
Empezaron con buen pie pero parecen atravesar un mal momento, aunque si han valido alguna vez la pena, como sucediera la noche del famoso jenga entre Alyson y Marco, ha sido más por mérito de los concursantes que de la organización.
Tras la salida de algunos de los participantes que más las disfrutaban, como Aless Gibaja o Ivonne Reyes, juegan un papel testimonial en el reality. Aunque no todo el demérito es de GH VIP, ya que los propios concursantes también deberían responder ante la audiencia tomándoselas en serio pese al escaso incentivo.
Varios son los elementos que hacen que las dos fiestas semanales no ilusionen a los participantes. Uno de ellos es el atrezzo, escaso y poco trabajado, que se reduce a algún cartel y a unos pocos efectos lumínicos normalitos la mayoría de veces. La máxima aportación del concurso se reduce a comida, en ocasiones, para ambientar aún más el motivo de la fiesta. En otros países el decorado es sencillamente espectacular.
Otro de los defectos es que contando con espacios sobradamente aprovechables en la casa como la nave de pruebas o el antiguo club de GH17, el lugar destinado para las fiestas sea una pista de baile situada en el salón. Cuesta ponerse en situación festiva si no salen del comedor de su casa. En cambio, realizarlas en un lugar al que no acuden asiduamente ayudaría, ambientándolo al nivel de otros grandes hermanos como el de Brasil.
El alcohol también juega un papel testimonial. Es comprensible la preocupación de la organización por no acabar ofreciendo la imagen de concursantes vomitando por las esquinas o en un estado lamentable, pero pecan de escasez y los propios participantes del reality se han quejado en más de una ocasión.
Como último elemento criticable, los concursantes.
Cobran por respirar en esa casa y, pese a todos los aspectos ya mencionados que hacen que Gran Hermano VIP 5 peque de una excesiva austeridad, su obligación y su trabajo debería hacer que se tomasen en serio cada acción que la organización propone. La desgana es evidente en sus acciones y palabras, la duración de las fiestas cada vez es más escasa y muchos ya han desistido incluso de quitarse la ropa de deporte.
Resulta incomprensible que Gran Hermano no enfatice las fiestas como un elemento que puede dar juego y resolver tramas que en estado normal en ocasiones no avanzan, contrastando con lo que ofrecen la mayoría de realities hoy en día. Telecinco, comprensiblemente, no puede ser MTV, pero tampoco 13TV.
Resulta ilógico también que Zeppelin no realice una mayor inversión, aunque eso significara reducir el número de fiestas semanales.
Las fiestas de Gran Hermano VIP no dejan de formar parte de un canal de televisión, el 24 horas, y carecen de todo lo que debería tener un buen programa de entretenimiento que se debe a quiénes dedican su tiempo a poner un canal de televisión online para ver a gente convivir. Son, a día de hoy, la prueba involuntaria de que algo falla en el reality, una de esas muchas causas que provocan que la audiencia no sea tan alta como desearía la cadena.