Nos estamos acostumbrando a las discusiones viscerales, incluso con amenazas de muerte, en Twitter, desde los tuits contra Fernando Trueba, diciendo que gracias a ellos fracasó su película “La Reina de España”, a alegrarse por la muerte de pasajeros catalanes en el avión que se estrelló en Francia y otras barbaridades.
Pero ningunos tan viscerales y furiosos como desde ayer por la mañana.
En un programa de humor de Euskal Telebista, salió la actriz Miren Gaztañaga, y cuando le preguntaban qué le parece la forma de ser española, sacó adjetivos descalificativos: “Paletos”, “Fachas”. Lo dijo con la forma de hablar entre amigos en un bar, si vemos las imágenes, diciendo lo que a ella no le gustaba, igual que Pepe Rubianes en su momento, aunque más fina.
Poco después, igual que cuando lo de Bertolucci y “El último tango en París”, se desató una furiosa campaña de boicot a la actriz vasca y a la película “El guardián invisible”, donde ella tiene un pequeño papel. Los más fanáticos de ellos sostienen que Miren es la protagonista, cuando no lo es.
Tuvo que salir ayer Atresmedia y la productora de la película en un comunicado, condenando las frases “altamente ofensivas” de la actriz y desmarcándose de ellas. Por ahora, la película, según fuentes fiables, no está sufriendo demasiado el boicot, ya que el éxito de la novela original vaticinaba que la versión cinematográfica iba a llenar las salas, algo que esperaban sus responsables en artículos publicados el mismo domingo.
Este cronista trató de dar su opinión en Twitter, de que sólo era un programa de humor, y algunos me dieron la razón, pero entró uno que, con aires de superioridad, me decía: “Si sigues defendiéndola [a Miren Gaztañaga], no te va a leer ni el tato”. Decidí bloquear al tuitero que me dijo eso.
Primero, ¿qué sabrá él quién me lee y quién no? Le bloqueé no por ir en contra de la libertad de expresión, sino para evitar líos con provocadores, a quienes estos desagradables asuntos, en el fondo no les importan nada.
Los medios conservadores y sus televisiones agotaron páginas y horas sobre el tema, como predicadores que condenan a pecadores al Infierno. El diario La Razón generaliza rotundamente: “La TV vasca que insulta a los españoles recibe 130 millones al año”.
Esto nos recuerda uno de los primeros escándalos de este tipo, aunque entonces no existía Twitter: en 1990, TV3 sacó en los partidos de la Liga de fútbol, sobreimpresionado, un muñeco dibujado por Òscar Nebreda, llamado Jordi Culé, con gorro y bufanda del Barça. En un Sevilla-Real Madrid, que ganó 2-0 el primero, se vio al muñeco haciendo una pedorreta a Hugo Sánchez por fallar un penalti, y celebraba los goles sevillistas con saltos de alegría y música de samba brasileña.
Todo al más puro estilo de los cómics del autor en El Jueves, simpático y gamberro, nada más.
Pocos días después, la Prensa madrileña estaba indignada (“Esto demuestra la envidia que hay contra el Real Madrid”), exigía el fin de TV3 y los jugadores madridistas se negaron a ser entrevistados por la TV catalana durante un tiempo. ¿Se imaginan cómo habría sido si existiera Twitter? Jordi Culé y Òscar hubieran sufrido los mismos ataques que los guiñoles de “Les Guignols de l’Info”. Telemadrid recurrió a Forges para crear una réplica, más a su gusto, pero fracasó, y como decía El Periódico de Catalunya, “parece un apóstol de la No Violencia”.