"La CIA tenía interés en la vida de un polaco misterioso, muy poco conocido en España, y que representa a la perfección lo que es la inspiración del artista, la fotografía de la pesadilla, la sensación de que hay personas que pueden viajar prácticamente a otros mundos que deben existir y que la mayoría no podemos ni imaginar". Con estas palabras introducía Iker Jiménez en su último programa de Cuarto Milenio a la figura de Beksinski, un arista cuyas obras estaban plagadas de seres de pesadilla.

Zdzislaw Beksinski nació en Polonia en 1929. Ese joven amante de la pintura que vivió su niñez en una época convulsa, nunca iba a imaginar que con el paso de los años sus creaciones se iban a convertir en las más misteriosas del siglo XX.

Desde muy pequeño, comenzó a plasmar en sus pinturas y esculturas un surrealismo que rompía con el establecido, que más tarde también quedaría retratado en sus fotografías. Éstas recuerdan a la destrucción del mundo, como si de un mensaje apocalíptico se tratara, que pretende avisar sobre algo que se avecina.

Beksinski tenía predilección por el mundo onírico, en especial hacia aquellos sueños que se tornaban en pesadilla con monstruos y fantasmas terribles. El terror más irracional, la autodestrucción del mundo o muerte más terrible parecían preocupar a aquel misterioso artista del que no se sabe mucho, a pesar de que fuera asesinado en 2005.

En sus pinturas, esculturas y fotografías se esconde una profecía.

Este augurio muestra un apocalipsis al que se dirige el mundo y que lo sumirá en las sombras y las tinieblas si no se toman medidas. Muchas de ellas, el propio artista las destruiría en su propio patio. Se desconocen los motivos por los cuales quiso deshacerse de algunos cuadros.

Sus últimos años fueron duros. Vio morir a su esposa y en la Navidad de 1998 encontró a su hijo suicidado (muerte que nunca superó).

La tragedia que sobrevoló sobre su familia tuvo como principal exponente de lo macabro el hallazgo de su cadáver en febrero de 2005 con 17 puñaladas que le habían quitado la vida.

El asesinato de Beksinski llevó a la tumba la explicación de los misterios que encerraban aquellos esqueletos, ánimas y criaturas monstruosas que poblaban sus producciones y que parecían proceder del reino de la locura.