En el libro de Christopher Brusset, ¡Cómo puedes comer eso!, nos encontramos con más de veinte años de dedicación al estudio del sector de la industria alimenticia
En este libro, el autor busca mostrar la cara oculta de lo que comemos; los múltiples engaños y mentiras que son cometidas contra el consumidor. No se busca asustar, sino educar a los consumidores en ciertos hábitos de consumo, que sean más positivos para su salud. Un caso que explica en su libro, por ejemplo, es el de un lote de 100 toneladas de guindillas, que venían de la India que, en realidad, eran heces de ratones y ratas que, previamente, se habían alimentado con este producto.
Esta es una de las múltiples experiencias, a las que tienen que enfrentarse, aquellos que trabajan en la industria de la alimentación.
Además, el consumidor debe recordar que es el que tienen el verdadero poder, para poder luchar contra esta industria, ya que, son ellos los que pagan con su dinero pueden hacer que las cosas cambien. Los consumidores no son los causantes, como dice la industria de la alimentación, de la adicción a la comida basura, del aumento de los casos de la obesidad, de la contaminación o de la diabetes.
Pero, ¿hay alternativas reales, ante los abusos alimenticia?
Pues si, el primer cambio es comprar alimentos crudos y olvidarnos de la comida preparada, gastar un poco más en productos orgánicos y locales (no sólo vamos a fomentar el consumo local; también, sabremos lo que estamos comiendo y la calidad que cada alimento que consumimos).
La razón principal para comprar alimentos orgánicos, es evitar los pesticidas y aditivos, además detener alimentos de mayor calidad. Y, cuanta más oferta de alimentos orgánicos existan, más bajará el precio de los mismos.
Por otro lado, es el lobby de la industria y los supermercados son los culpables de un etiquetado difícil de comprender. Debemos recordar que la mayor parte de alimentos que tenemos en los estantes de los supermercados tienen una gran cantidad de aditivos, como pueden ser los colorantes o los edulcorantes artificiales, cuyo impacto en nuestra salud puede ser muy negativo.
Los alimentos que hay que evitar, en todos los casos, son: las grasas saturadas, la fructosa y los aceites ricos en acidos grasos (el polémico aceite de palma y el de coco). El sirope de fructosa, por ejemplo, es una de las causas más importantes de la diabetes y de la obesidad, en todo el mundo. Brusset no entiende como la Administración no lleva controles del mercado y la realización de investigaciones más exhaustivos sobre productos de marca blanca.
Y, lo mejor para conseguir más seguridad alimentaria, es que el consumidor ejerza más presión y nos mentalizemos sobre el poder que pueden tener las asociaciones de consumidores, ya que, son los consumidores, los que tienen el poder, gracias a que es su dinero quien manda en los supermercados y en los lobbys de alimentación.