Desmitificando el mito: ¿comer lechuga por la noche engorda?. Esta es una de las preguntas que más suelen hacer en las consultas de nutrición las personas que quieren adelgazar porque se extendió hace tiempo ya la idea que comer lechuga por la noche engorda, y como casi todo mito, pasa de años a años y sigue creando confusión.
Si hacemos un análisis de la lechuga nos encontramos ante una hortaliza que consumimos en crudo, aunque también la podemos hervir o hacer a la plancha, muy conocida y también consumida en la mayoría de culturas. Nutricionalmente, lo que destaca es su proporción en agua, alrededor del 95%, lo que ya nos hace pensar que posee un valor calórico discreto, 16 kilocalorías por 100 gramos.
Si lo analizamos por nutrientes energéticos, estamos ante poco más de 1 gramo de proteínas, 2 gramos de glúcidos y medio gramo de grasas.
Al tratarse de una verdura, las vitaminas no están presentes en grandes cantidades, pero entre ellas hay una que destaca y que es de especial interés precisamente porque ingerimos esta hortaliza en crudo: el ácido fólico. Aunque presente de manera discreta, el ácido fólico de una ración de lechuga representa entre el 5 y el 10% de nuestras necesidades. Porcentaje que puede aumentar si consumimos las hojas más externas, las que presentan un tono verde más intenso. Y en cuanto a los minerales, el potasio, calcio, magnesio y fósforo son los principales.
Así pues, podemos comprobar que, calóricamente, no debemos ver la lechuga como una amenaza y podemos consumirlo en cualquier momento del día.
Es más, gracias a su proporción de agua y de fibra, es una hortaliza a tener muy en cuenta y a incluirla en situaciones de estreñimiento.
Sí es cierto que hay personas a las que el consumo de verduras crudas puede suponerles una molestia gastrointestinal. En este caso tendremos que procurar masticar bien los Alimentos crudos antes de tragar y, si continuamos notando que se nos sienta mal, centrar su consumo a la hora de almuerzo y cenar alimentos más ligeros utilizando cocciones suaves.